En esta segunda entrega de análisis, quiero ceñir mi balance a tres pilares fundamentales: la carga, los horarios y el comportamiento del público. Tres asignaturas pendientes que la Semana Santa gaditana lleva arrastrando desde hace muchas primaveras pero que -lejos de superar- da la sensación de que cada año sigue empeorando en su puesta de largo en las calles.
El submundo de la carga es la gran carga (valga la redundancia) de las hermandades y cofradías. Una mala levantá, movimientos bruscos y antiestéticos o un vocabulario malsonante por parte de las cuadrillas, pueden destrozar de un plumazo el trabajo de todo un año de una hermandad.
Y es que no logro entender como hemos llegado a normalizar, por ejemplo, las malas levantadas por parte del 90% de las cofradías. No tiene sentido ninguno y me pregunto: ¿por qué si una o dos hermandades saben levantar bien los pasos, no lo hacen el resto? Tengo dos hipótesis, que ojalá no fueran correctas. O no somos lo suficientemente cofrades para ensayar lo necesario o sencillamente el estilo de carga de Cádiz no lo entienden ni los propios gaditanos.
Imagínense por un momento que un mago se presenta ante el público para hacer un par de trucos y cuando tiene que sacar el conejo de la chistera no sale o cuando tiene que salir el dos de rombos en la baraja, sale el siete de picas. Imagino que la parte contratante del espectáculo, a la primera lo dejaría pasar, pues un lapsus puede tenerlo cualquiera, pero a la segunda o tercera, el “mago” quedaría suspendido por incumplimiento de contrato. Bien, pues en las cuadrillas de cargadores de esta ciudad, cada vez que alguien sale queriendo mostrar el verdadero estilo de levantar los pasos, le sale el tiro por la culata pues hay una probabilidad del 90% de que debajo de la chistera no haya conejo. Por tanto es el momento de preguntarse si somos capaces de defender nuestro propio estilo o si nos gusta esto lo suficiente como para ensayar con anterioridad hasta que el truco nos salga a la primera.
Una Semana Santa que aspira a adoptar el carácter de interés turístico nacional, no puede permitirse fallar siempre en el mismo truco.
Otro aspecto a tratar son los horarios. Una cofradía con ciento cincuenta penitentes, no puede tardar una hora en pasar porque es un autentico suplicio para la inmensa mayoría. Un suplicio para los hermanos de fila, para los cargadores, para las bandas e incluso para el público. O las paradas de los pasos deben ser más breves, o los penitentes deben acelerar la forma de caminar o algo se nos escapa, pero no se entiende que un cortejo tan poco poblado tarde lo mismo que otro con más de mil personas en las filas en otras localidades. Esto no es un aspecto baladí, pues conviene atajarlo a tiempo, antes de que siga bajando el numero de penitentes de fila, a los que cada año se les hace más pesado participar de un cortejo que anda a cuentagotas.
Termino mi balance de esta semana con un toque de atención al público general de la ciudad. Es inconcebible que la gente se tome una procesión como si de una cabalgata se tratara. En los cortejos, -aunque no lo crean- va gente rezando, pidiendo por sus seres difuntos y haciendo una penitencia austera y real. Ellos se merecen un respeto. Candelaria, por ejemplo, no puede ser una feria donde la gente espere con latas de cervezas o litronas la llegada de una cofradía. Es tan impropio como permanecer en la misma plaza rezando el rosario, un domingo de Carnaval. Cada ocasión requiere lo suyo y Cádiz debe estar a la altura. Todo el año no es carnaval e incluso aunque seamos la ciudad de la gracia y el salero, también hay que demostrar saber estar serios en las grandes ocasiones. Y ahora que saco a colación el tema del carnaval, se me viene a la mente el final de un cuplé del gran Juan Carlos Aragón, en el que como gaditano poco/nada cofrade, concluía cargando el camping luz y el camping gas para irse a Los Caños durante los días de Semana Santa. Es una opción perfecta para – si no nos gusta lo que vemos- disfrutar de unas magnificas vacaciones.