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Anatomía de un escándalo: Lo mejor y lo peor de cada casa

La nueva miniserie de David E. Kelley cuenta con una puesta en escena impecable y dos actrices extraordinarias, pero juega a la vuelta de tuerca insostenible

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No son pocos, entre quienes se dedican a esto del mundo del cine o de la televisión, los que repiten como un mantra que la clave para conseguir una buena película o una buena serie se encuentra en el guion. A veces se confunde una buena historia con un buen guion; otras, un buen guion termina arruinado en pantalla; y, las menos, un mal guion termina convertido en algo extraordinario, como demostró Hitchcock con Psicosis.      

Anatomía de un escándalo, la nueva miniserie de éxito de Netflix, está basada en un best seller de Sarah Vaughan que ha sido adaptado a la pequeña pantalla por dos firmas tan reputadas como las de Melissa James Gibson (House of cards) y David E. Kelley (Ally Mcbeal, The undoing, Big little lies).

Ambos parten de una historia atractiva: un destacado miembro del gobierno británico es acusado de violación por una de las asesoras de su gabinete. Sin embargo, el torpe recorrido de algunas de las tramas paralelas -el pasado universitario del protagonista o la transformación física de la abogada- y el nulo desarrollo de otras -las consecuencias del juicio sobre la joven violada-, devalúan un producto de una impecable factura técnica del que solo se salvan su directora, S.J. Clarckson, y dos de sus protagonistas, Sienna Miller y Naomi Scott, en sendos sorprendentes registros.

Miller, porque reivindica con su excelente trabajo un reconocimiento que hasta ahora no le había brindado el mundo del cine, por el que ha pasado de forma tan desapercibida que apenas recuerdo haberla visto en El francotirador y Z, la leyenda de la ciudad perdida, y siempre en papeles secundarios. Scott, porque deja a un lado el perfil de princesita Disney y el de otros trabajos distendidos para arriesgar con un primer papel adulto del que sale más que reforzada.

Clarkson, que parece ser consciente de las complicaciones del material sobre el que tiene que trabajar, va desarrollando la historia desde cierta artificiosidad visual, envolviendo a sus personajes en virtuosos movimientos de cámara, elegantes y atrevidos, y centra su atención en las miradas y los múltiples encuadres a los que se presta el desarrollo del juicio, pero también en el ambiente que rodea a los personajes principales, para que digan sobre ellos más de lo que dicen sus palabras. Aunque los recursos son insuficientes al afrontar los inexplicables fragmentos de  una serie condenada por su rebuscada vuelta de tuerca insostenible.

 

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