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España

Los beneficios económicos empujan a once pueblos a vencer el recelo nuclear

Los beneficios económicos (una inversión que podría rondar los 1.000 millones de euros) han empujado, al menos, a once municipios españoles a vencer el recelo que en España despierta todo lo relacionado con la energía nuclear.

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  • Los beneficios económicos del ATC podrían rondar los 1.000 millones de euros. -
Los beneficios económicos (una inversión que podría rondar los 1.000 millones de euros) han empujado, al menos, a once municipios españoles a vencer el recelo que en España despierta todo lo relacionado con la energía nuclear.

Se trata de Albalá (Cáceres), Ascó (Tarragona), Congosto de Valdavia (Palencia), Melgar de Arriba (Valladolid), Santervás de Campos (Valladolid), Santiuste de San Juan Bautista (Segovia), Torrubia de Soria (Soria), Villar de Cañas (Cuenca), Villar del Pozo (Ciudad Real), Yebra (Guadalajara) y Zarra (Valencia).

Algunos de estos ayuntamientos han debido superar la desconfianza, cuando no la oposición frontal, de sus comunidades autónomas y de las direcciones regionales de los partidos políticos.

A pesar de que casi la mitad de los candidatos pertenecen a Castilla y León, el Gobierno regional, del PP, mostró comprensión con los ayuntamientos de la comunidad que aspiran a acoger el futuro cementerio nuclear.

El Ejecutivo de la Comunidad Valenciana, con un municipio candidato, eludió pronunciarse hasta disponer de los informes técnicos necesarios.

Por su parte, Ascó opta al almacén con el rechazo absoluto de CiU –al que pertenece su alcalde– y del Govern (PSC-ERC-ICV); mientras que Yebra, Villar de Cañas y Villar del Pozo (gobernados por el PP) lo hacen con la oposición de la dirección regional del partido y la negativa radical del gobierno autonómico (PSOE).

Tampoco el municipio de Albalá cuenta con el beneplácito de la Junta de Extremadura, que se muestra en contra de que el ATC se ubique en esta comunidad, donde ya existe la central de Almaraz, y cree que el almacenamiento de los residuos les corresponde a otros.

Tanto “almacén sí, pero no aquí” motivó que surja con fuerza en el debate un término perfectamente desconocido hasta ahora en este tipo de confrontaciones dialécticas: el nimby, acrónimo en inglés de “no en mi patio trasero” (not in my backyard).

A la moda anglosajona de definir con ese tipo de acrónimos situaciones o posiciones personales se ha sumado en este caso la latina de acudir al humor para radiografiarlas, y algunos han apelado al Nemae (No en mi año electoral).

El debate social, no el político –porque todos los grandes partidos coinciden en que la instalación es necesaria y segura– radica en la terminología con la que unos u otros se refieren a esta instalación industrial.

Porque no es lo mismo hablar de un almacén que estar inmerso en un gran parque tecnológico capaz de dinamizar la economía de toda una comarca que hacerlo de un cementerio en el que reposarán los residuos nucleares más peligrosos y que hipotecará durante décadas a esa comarca.

Ajenos al debate político, los organismos o empresas que tienen competencia en la materia han avalado la seguridad de una instalación de estas características, y sobre todo la oportunidad de contar con una única instalación donde almacenar todos los residuos radiactivos de alta actividad, frente a la actual dispersión en las propias centrales nucleares.

El ATC tiene un hermano gemelo, que ha inspirado su diseño: es el holandés Habog, en Borsselle.

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