Aún quedan unos días de verano, pero empezó septiembre y ya le estamos haciendo balance. Nos gusta sopesar qué tal salieron las cosas, es una manía antigua que iniciamos el primer día de colegio: ¿Y tú qué? ¿Qué hiciste en estos meses? Y que después se extendió al primer día de trabajo. Pero que ahora tiene poco sentido, todo está ahí en Facebook, en Instagram, día a día, momento a momento, la paella que te comiste, la ola que te pilló, lo que bebiste de fiesta, nada has dejado de documentar. Más parece que estuviste relatando que viviendo. ¿De qué sirve pasártelo bien si nadie puede verlo? Es el signo de nuestro tiempo que no impide la duda de si de verdad estabas pasándotelo bien o nos hemos convertimos todos en actores improvisados. Caemos en el peligro de dejar de experimentar y de vivir sólo para retratar. Rivalizamos con los artistas, en el posado, competimos con ellos en el TikTok. Debe ser que nos quedó a todos la vocación frustrada deser protagonistas cuando en la obra de teatro del colegio nos pusieron de árbol.
Pero en medio de esto, hubo siestas larguísimas donde no pasó nada, sólo nos la pasábamos dándole con el dedito al cursor del mando para cambiar en las grandes plataformas de televisión en medio de esa vagancia extrema producida por el calor. El mismo que se ha llevado por delante a tanta gente este verano. Hay muchos trabajos expuestos a la intemperie que han debido llevarse a cabo a la misma hora de la siesta en la que la mayoría jugábamos a cambiar de canal. Para mí es un tema preocupante que no se pueda hacer algo para que no se trabaje en esas horas donde el termómetro supera los cuarenta grados o no se pongan los medios necesarios para impedir que el impacto sea tan fuerte. Hay trabajadores que deben barrer las calles a pleno sol vestidos con uniformes de poliéster. Los próximos veranos amenazan con ser todavía más calurosos y secos y no se yo si se está metiendo mano a este tema para que el próximo año no haya que morir por ir a trabajar.
Las temperaturas han siso especialmente altas, nos han alarmado mucho. Esta semana se secó la última laguna permanente de Doñana debido a la sequía y al desvío del agua para el riego. Enriquecerse regando con pozos ilegales pesa más que mantener este pequeño paraíso del sur de Europa.
Somos depredadores natos del primero hasta el último. Incluso sin necesidad. Fíjense sino en los que hunden sus dedos en la arena de la playa para coger las pocas almejas que quedan. Además, privando de alimento a las escasas especies que sobreviven teniendo que compartir las playas con la marabunta de veraneantes.
