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Descerebrados por el clima

"Aunque no sé si más estúpido es aún defender o justificar estas salvajadas en pro de una lucha en defensa del clima"

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El 29 de Mayo de este año un descerebrado lanzó una tarta contra el cuadro de “La Gioconda” de Leonardo da Vinci, expuesto en el Museo del Louvre de Paris. En principio, y para vergüenza del género humano, no llamaba tanto la atención por la escandalosa tradición de agresiones que ha sufrido el que quizás sea el cuadro más famoso de la historia. En 2009, en 1974, en 1956, en 1911, se escribieron otros graves capítulos que han ido conformando la crónica de agresiones contra la “Mona Lisa”. La explicación que dio el energúmeno, disfrazado de anciana con peluca y fingiendo precisar de silla de ruedas, fue que “Hay personas que están destruyendo la Tierra”.

El hecho, habida cuenta de que las medidas de protección de la obra evitaron daño alguno, hubiera quedado en una desagradable anécdota; pero la estupidez se contagia y fruto de ella solo dos meses después, comenzó una nueva serie de sucesos de la misma naturaleza. El 22 de Julio unos activistas climáticos pegaron sus manos al cuadro de “La Primavera” de Botticelli en la Galería de Los Uffizi de Florencia. Pasado algo más de dos meses, el 9 de Octubre, otros dos activistas pegaron sus manos en “Masacre en Corea” de Picasso en la National Gallery de Victoria en Melbourne; el 14 de Octubre otros dos nuevos activistas tiraron sopa de tomate a “Los Girasoles” de Van Gogh en la National Gallery de Londres, preocupados, según ellos, “por el planeta y por la gente” “¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia?”- fueron sus palabras; el 23 de Octubre otros dos activistas lanzaron puré de patatas contra “Los Almiares” de Monet en el Museo Barberini de Potsdam, con argumentos muy parecidos, y el 27 de Octubre otros dos activistas arrojaron una substancia desconocida contra “La Joven de la Perla” de Vermeer.

Como se ve el contagio no cesa y los riesgos para obras de tan singular relevancia continúan. Son muchos los ataques que a lo largo de la historia han venido padeciendo, que solían estar muy frecuentemente protagonizados por personas enajenadas que tampoco merecen que se publiciten mucho sus “heroicidades”. En cambio, en esta muy preocupante cascada de actos vandálicos existe una motivación que los convierte en mucho más peligrosos, pues lo pretenden justificar

con una lucha por un interés superior. Carece de sentido que nos planteemos entender sus razonamientos de confrontar “arte o vida”, de “el planeta o la pintura”: Es absolutamente estúpido y son muchas las razones que permiten mostrar el absurdo de estos dilemas .

Aunque no sé si más estúpido es aún defender o justificar estas salvajadas en pro de una lucha en defensa del clima, como se le ha escapado a alguna tertuliana televisiva “seudoprogre”. No es tema para andar con bromas.

Ni que hoy en día, en países de larga tradición democrática, como lo son donde se han producido las agresiones, no hubiera mil maneras más efectivas, más impactantes y menos perjudiciales de luchar por justas reivindicaciones, como puede serlo defendernos de los efectos del cambio climático y tratar de evitarlo.

En este caso, tampoco se cumple aquello de que “el fin justifica los medios”.

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