La sociedad critica más el comportamiento incívico de las personas gitanas que el de las que no lo son, según ha demostrado un estudio social encabezado por investigadores de la Universidad de Granada (UGR).
Los investigadores que han encabezado el estudio son en concreto, según ha informado este lunes la UGR en una nota de prensa, Antonio Manuel Espín, Juan Francisco Gamella y Jesús Martín, y han trabajado junto con los científicos de las universidades Loyola de Andalucía Pablo Brañas Garza y de Nottingham (Reino Unido) Benedikt Herrmann.
La investigación analiza el castigo social en un entorno muy particular: los experimentos de cooperación multilateral con población gitana y paya de la provincia de Granada, una de las áreas de mayor concentración calé de Europa occidental.
"El pueblo gitano, debido a su intenso sentido de identidad cultural propia y a su dependencia de redes familiares amplias y densas, representa un caso de estudio muy valioso para el análisis de las dinámicas de cooperación y sanción entre grupos culturalmente distintos, así como entre mayoría y minoría", ha explicado Espín, quien es investigador del Departamento de Antropología Social de la UGR.
"¿Qué ocurre si en un grupo formado exclusivamente por personas gitanas una de ellas cooperase menos que el resto? ¿Tendría algún atisbo de reprimenda, la denominada 'sanción altruista'? ¿Y si lo hace en un grupo donde también hay payos?" Esto es precisamente lo que se ha evaluado en el estudio que lidera la UGR.
De los resultados se desprende que en el primer escenario no se recibe ningún castigo por parte de otras personas gitanas, pero sí ocurre en el segundo caso, es decir, cuando en el grupo también hay personas no gitanas.
Es más, en el segundo escenario la persona gitana no cooperante recibe sanciones no solo por parte de otras personas gitanas, sino también de los payos. Este comportamiento de sanción es más común entre los varones que entre las mujeres.
Los hallazgos sugieren la existencia de motivos culturalmente específicos para la sanción social que derivan de las diferencias etnoculturales y de las diferencias de género. En concreto, los varones gitanos parecen utilizar las sanciones para defender el valor de su identidad grupal frente a la mayoría, mientras que los no gitanos las usan para "proteger una norma de cooperación que consideran universal".
En realidad, los varones sancionan los comportamientos que confirman el estereotipo de que las personas gitanas no cumplen con ciertas normas cívicas y de cooperación. Por otro lado, las mujeres gitanas casi no sancionan a otras personas en ningún entorno, mientras que las no gitanas solo sancionan a personas no gitanas.
Los autores de la investigación, publicada recientemente bajo el título 'Culture and Group-Functional Punishment Behaviour', han desarrollado experimentos económicos donde han participado más de 300 personas del norte de Granada, en el denominado 'juego de bienes públicos con castigo'.
Este es un juego económico en el que los participantes deben decidir si aportar una cantidad de dinero a un fondo común (cooperar) o quedárselo para sí mismos (no cooperar), y luego pueden reducir las ganancias de otros participantes que no han cooperado, pero pagando un pequeño coste (este es el castigo/sanción altruista). Todo esto se hace siempre de forma anónima, salvo por el hecho de que en estos experimentos el resto del grupo sabe la identidad etnocultural (gitana/no gitana) de la persona que coopera o no.
En la primera fase, se han completado grupos de cuatro personas y se han repartido 10 euros a cada miembro, el cual era libre de "aportar cualquier cantidad a un fondo común". La suma de las aportaciones del fondo común se multiplica por dos y se reparte a partes iguales entre los cuatro participantes, por lo que un individuo puede no aportar ninguna cantidad al fondo común y recibir igualmente una recompensa gracias a la cooperación del resto.
En una segunda fase, cada participante puede renunciar a una parte de su dinero (uno, dos o tres euros) para sancionar a cualquiera de los demás participantes si considera que no actúa en consonancia con el grupo, lo que le reduce sus ganancias en tres, seis o nueve euros respectivamente.
Estas fases han sido realizadas en tres tipos de grupos: solo de personas gitanas, solo de personas no gitanas y grupos mixtos en la misma proporción (dos gitanas y dos no gitanas). Lo más llamativo, según los expertos, de los resultados es que las personas gitanas casi no utilizan el castigo cuando en el grupo solo hay gitanos, mientras que, principalmente los hombres, sancionan severamente a otros gitanos por no cooperar cuando en el grupo hay también personas payas, es decir, en los grupos mixtos.
"Los payos, que sí se sancionan entre sí en grupos de solo payos, en los grupos con gitanos solo sancionan a los gitanos y casi nunca a otros payos. Es importante señalar que la cooperación de las personas gitanas y no gitanas ha sido similar en promedio", ha indicado Espín.
Por tanto, ante la misma falta de cooperación por parte de alguien en entornos culturalmente mixtos, las personas gitanas que no cooperan son sancionadas por los varones de su propio grupo etnocultural, así como por los del otro.
"Esto sugiere que las sanciones entre los gitanos se usan para defender las bondades de su identidad étnica, que se ve amenazada cuando una persona gitana no coopera y esto es observado por personas de la mayoría 'paya', pues con las minorías se suele generalizar, mientras que los no gitanos las usan para defender una norma de cooperación que consideran universal", ha concluido Espín.
Dicho estudio tiene importantes implicaciones para entender las dinámicas sociales en aquellas sociedades donde hay grupos minoritarios, dado que es "muy común que las minorías sufran el estereotipo de no contribuir lo suficiente en pro de las normas cívicas de la mayoría".