El músico argentino considera que su decimosexto álbum posee “una vitalidad ligada a la confianza en el sentido más espiritual de la palabra”. “Al final, lo que queda es abrazarse, confiar en el otro, amar y dejarse amar en medio de la balacera que es la vida”, reflexiona en una entrevista con Efe.
Juega con las emociones, el lenguaje y la música Fito Páez, que para llevar a cabo su nuevo trabajo acató “el axioma nietzscheano de que el ambiente afecta al carácter de las personas”. “Quería contrastes de frío y calor, de lo metropolitano y lo rural”, señala.
De ahí que Páez decidiera variar cada poco tiempo su lugar de trabajo, localizado un día en la provincia argentina de Córdoba, a la semana siguiente en Río de Janeiro y un mes más tarde en Buenos Aires o Nueva York. “Fue una linda aventura musical”, celebra.
No obstante, el verdadero reto comenzó con la primera incursión del artista en el estudio de grabación, al que no accedió con los deberes hechos de antemano. “No tenía las canciones compuestas, sólo retazos de música, pero estaba seguro de que algo saldría”, recuerda.
“Era muy consciente de lo que hacía y no tenía presión de ningún tipo, aunque sí existía cierto temor a lo desconocido, si seríamos capaces de conseguir algo de calidad”, apunta Páez.