El impacto de las viviendas turísticas en la vida de la ciudad está, ya hoy, fuera de toda duda. También se habla de los efectos colaterales que está generando el turismo en la capital de la Costa del Sol. Es curioso: si uno lee los periódicos de cualquier otra capital que no sea Málaga, se dará cuenta de que varios municipios sufren los mismos procesos de gentrificación, y también que hay dificultades de convivencia entre bares y vecinos. Lo mismito que ocurre en la Ciudad del Paraíso pasa en Cádiz, o en Córdoba o en Sevilla. ¿Qué solución puede hallarse a la situación actual? Siempre he abogado por que el vecino sea la piedra angular de la gestión municipal, pero la colisión de intereses es compleja y no siempre se acierta desde los poderes públicos. El pasado viernes, vimos cómo varios grupos de extranjeros atravesaban la calle Trinidad con destino al centro. En su deambular, chapurreaban inglés, francés u otros idiomas menos inteligibles. Las viviendas turísticas se derraman ya no sólo en el Centro Histórico, sino también en barrios aledaños. Ello está ayudando, dicen los expertos, a que se disparen los precios de la vivienda, de ahí que, por primera vez en mucho tiempo, ese tema, el de la vivienda, ocupe buena parte de los titulares de los medios malagueños. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, dice que poco puede hacerse en un municipio si la Junta no pare una legislación de rango superior a la municipal que marque el camino. El regidor también ha señalado al Gobierno en varias ocasiones. Y ahí está la madre del cordero: con una legislación eficaz y útil podría evitarse la explosión indeseada de este tipo de viviendas, porque lo que crea, de verdad, riqueza, es el hotel. En el ámbito turístico, está claro que muchos han abrazado ya la sostenibilidad, pero hay que seguir apostando por un turista de un mayor poder adquisitivo, alejado del arquetipo de los descamisados de la feria y de quien acude a las despedidas de soltero. Un control exhaustivo del espacio público por parte del Consistorio también sería positivo para que la hostelería pudiera convivir con los malagueños sin que uno siente que se le hurtan beneficios de sus negocios y el otro ejerza plenamente su derecho al descanso. En estos procesos urbanos, el diálogo y el cumplimiento estricto de la ley debieran ser las premisas básicas, pero hasta ahora el desánimo regulador es patente en instancias superiores. Y los ayuntamientos están desbordados.
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Siempre he abogado por que el vecino sea la piedra angular de la gestión municipal, pero la colisión de intereses es compleja y no siempre se acierta
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