Conocí la poesía de Antonio Manilla al hilo de la edición de su primer poemario, “Una clara conciencia”, editado por la granadina Comares en 1997. En su lectura, tracé una pequeña marca roja junto a los versos de su poema El único argumento”, que ahora memoro: “Ha envejecido el corazón/ más rápido que lo hizo el cuerpo,/ asilo del amor es la memoria,/ y en el jardín de los recuerdos/ hay una sola estatua”.
Al título citado, le han seguido hasta hoy ocho poemarios, el último de ellos, “Suavemente ribera”, galardonado en 2018 con el premio “Generación del 27”. Tras su edición, dejé anotado, que el volumen caminaba entre lo espiritual y lo emotivo, entre lo trascendente y lo cotidiano. Y todo ello, tamizado por un verso elástico, muy bien ritmado, que se hacía cómplice de la aventura vital de un yo que pretendía aprehender lo tangible sin perder de vista la arquitectura de lo perdurable.
Estas más de dos décadas al pie de la lírica, devienen ahora en “Lenguas en los árboles” (Averso. Granada, 2023), una antología abarcadora de un decir donde conviven el rigor y la cohesión y donde el escritor leonés clarea con su verbo todo aquello que pudiera ser oscuridad. Porque en estas páginas hay una voluntad restauradora, un afán liberador muy cercano a lo catártico. En la propia semántica de estos versos late, a su vez, una conciencia que batalla por hacerse comprender, que no se opone a que su palabra resuene entre las esquinas del alma para saberse aún más humano: “Lo que quieras hacer, procura hacerlo ya./ Mientras el sufrimiento se mantiene alejado/ del portal de tu cuerpo./ Ama, porfía, cede o triunfa ahora./ Sé parte de la noche/ mientras arde tu estrella entre los astros”.
Escribe Antonio Manilla en su prefacio, Palabras de presente, que hay una constante reconocible y común en el discurrir de su quehacer: “la convicción de que el cruce del instante con la eternidad, de la belleza con la verdad, hacen el poema”. Sin duda que, quien se acerque y saboree el contenido de esta compilación, tendrá la certeza de que dicha intención está saldada con creces. Y con muy buena nota.
Dividido en dos apartados, su primera sección -que da título al conjunto- reúne textos dondeárboles y pájaros conjugan armónicamente bajo la lenta audacia de las estaciones. La segunda, “Bodas de plata”, es un sugestivo viaje a través del tiempo y el espacio que el sujeto poético ha consumado junto al fluir de su acordanza, de su convivencia con el destino y su misma biografía: “Lo que no pudo ser/ y lo que pudo ser de otra manera,/ el pasado, el presente, el porvenir”.
Al cabo, cuanto aquí se convoca y se celebra, es el mensaje honesto
de un poeta que canta y cuenta todo cuanto palpita en sus adentros. Y que, además, sabe cómo hacerlo trascendente, vívido, mediante un verso sugerente y evocador: “Cuando la edad te incline a hacer balance,/ al cruzar esa calle en la que sentirás una tranquila predisposición/ a ser feliz a toda costa, siempre,/ piensa las veces que te ha detenido,/ aunque llevase prisa, la luz de la mañana/ estrenando las cosas, la rosa que creíste/ nacida para ti…”.