Toda esta vida de sufrimiento conoció su fin tras la denuncia presentada en la Guardia Civil en 2006 que provocó la detención del marido agresor y la sentencia judicial que lo condenó a a nueves meses de prisión, de los que no cumplió ninguno por no tener antecedentes “y porque pedí que le aplicaran la condena mínima”, puntualiza la agredida, y a dos años de alejamiento “que ya ha cumplido”. Lógicamente, el divorcio fue inevitable.
La veterana chiclanera lo tiene claro: “Ahora estoy bien. No me arrepiento de nada. Lo he querido y lo sigo queriendo, pero así no podíamos seguir. Ya está superado”.
A. M. G. insiste en la bondad de su actual situación, destacando “ya nadie me dice cállate, tú que has salido de los fogones y lo quieres saber todo. Ya no lloro, ni siquiera de rabia como hacía antes”.
Esta mujer maltratada, de familia acomodada, asegura de su ex marido que “en casa de sus padres también era agresivo, sus propios hermanos le temen y mi suegra, en los primeros años de matrimonio, llegó a preguntarme varias veces si su hijo me pegaba; decía que yo le mentía a ella porque quería a su hijo”.
El informe del psiquiatra forense que estudió al agresor determinó de forma clara y contundente que no padecía ningún tipo de esquizofrenia. “Me dijo que mi ex marido tenía un síndrome narcisista que le provocaba querer imponer sus ideas en todas las circunstancias, no tener en cuenta a los demás y ser muy agresivo”.
En su reflexión, A. M. G. llega a una conclusión: “Pienso muchas veces que si no hubiera sido sumisa, las circunstancias habrían sido diferentes”, pero no se atreve a determinar que si volviera atrás no se casaría con el hombre que la agredió durante 37 años, “es difícil saberlo”.
Una de las frases que constantemente le repetía el ex marido de A. M. G. era que iba a engrosar la lista de las mujeres muertas por violencia de género, algo que, como es lógico, ponía muy nerviosa a la agredida que, no obstante y según su testimonio, en todo momento intentaba dialogar con su agresor y buscar soluciones.
El agresor de A. M. G. entra de lleno en el perfil del maltratador machista y prueba de ello es que, como todos los agresores de este tipo que actúan en el ámbito familiar, siempre busca la forma de culpabilizar a la misma víctima de la situación que vive la pareja con el típico “tú me provocas y buscas que yo me ponga así”.
Como mujer experimentada, recomienda a todas las maltratadas “que denuncien y, sobre todo, que no quiten la denuncia porque el haberlo denunciado no lo perdona en la vida, por su ego, por su sentido de la dominación sobre los demás, sobre los más débiles”. “Sigo haciendo la misma vida, aunque me quedan secuelas del maltrato como la idea de que no voy a hacer las cosas bien; él lo hacía todo”.