Muy necesario se está volviendo, a día de hoy, reconsiderar acerca de la facilidad con la que puede accederse a multitud de contenidos y qué es lo que en ellos se transmite.
En buena medida, este asunto juega un papel fundamental en la construcción del futuro de nuestra sociedad, ya que, al final, las ideas que cualquiera posee marcan la convivencia y, pasado el tiempo, se vuelve muy complicado generar cambios de conceptos si estos llevan años con el sujeto.
Esta introducción surge en torno a uno de los elementos al que más tiempo dedican muchas personas en su día a día: las redes sociales. En cierto modo, se ha dado por sentado que escasos, muy escasos, son los contenidos que no se pueden publicar en estos portales digitales. Muy presente está en nuestro país la libertad de expresión y pensamiento. Ahora bien, ¿no nos paramos a pensar a quién pueden estar llegando determinados mensajes?
No busca este texto dar por válidas únicamente determinadas formas de pensar, pero sí replantear esto.
Cada vez son más tempranas las edades con las que se crean los perfiles en redes sociales. Ello supone acceder a unas estanterías de contenido, prácticamente, ilimitado.
Probablemente, en la adolescencia temprana lo que llegue a los usuarios sean fotografías y vídeos sobre consolas o contenidos relativos a series o influencers. Ahora bien, la posibilidad de acceder a otro tipo de publicaciones no es para nada pequeña.
¿Por qué plantear esto? Porque en la libertad plena que existe en las redes sociales para publicar y opinar, también está en contenidos que pueden asentar ideas en las mentes de los más jóvenes y que, quizás, no sean las más adecuadas de cara al futuro. Por ejemplo, encontrar con excesiva facilidad la provocación erótica, observar numerosas publicaciones de cargado mensaje político y hallar en los comentarios un mundo abierto para el insulto y la falta de respeto. Siendo todo esto un conjunto de elementos que, trasladados al día a día, se vuelven grandes condicionantes.
Es decir, además de la cosificación de los cuerpos y entender que no tiene consecuencias vomitar barbaridades en el apartado que se abre a los comentarios, son unos portales es lo que cada vez hay mayor presencia de mensajes políticos, muchos de ellos definiendo constantemente al inmigrante como delincuente, exponiendo que el Estado roba a diario a los ciudadanos a través de los impuestos y, entre otros asuntos delicados como estos, casi incitar a la confrontación insistiendo en que vivimos en un país con un régimen dictatorial.
Todo ello llega a un público cada vez más joven y fácil de influenciar, entre los que más adolescentes que no posean una adecuada alfabetización mediática y que den por correcto todo aquello que ponga sobre la mesa alguien que les haya caído en gracia, sin analizar lo que les exponen.
La cuestión está, también, en que viene existiendo una constante crítica a los medios de comunicación. Paradójica, pues al mismo tiempo que se les exige toda la verificación posible a lo que publican, se les acusa de manipulación. Todo ello mientras en las redes sociales se da por válido todo lo que se proyecta sin cuestionamiento.
En este sentido, cabe destacar que, por ejemplo, las televisiones en España asumen un código de autorregulación por el cual determinados contenidos no se emiten a horas concretas del día para evitar que lleguen a un público que no está en el momento vital adecuado para atender a ellos.
Nos llevaríamos las manos a la cabeza si, por ejemplo, viéramos a las cinco de la tarde a un chico o una chica haciendo un baile erótico en televisión o, también, levantaríamos la voz al cielo si observáramos que los informativos solo hacen llegar la actualidad de un partido político concreto.
Parece atisbarse una doble vara de medir, peligrosa como se dice, por los mensajes que se pueden quedar grabados en las mentes de los jóvenes. Se condena a diario el trabajo de los periodistas; sin embargo, cuando se habla de poner más recursos no para eliminar, sino para limitar el acceso absoluto a cualquier tipo de contenido simplemente delimitándolo a franjas de edades, aparenta que se está llevando a cabo una labor de censura y las redes sociales parecen volverse cascarón de huevo.