El Puerto

El Último McGuffin - JURADO Nº 2

Crítica de cine de Jesús González, de El Último McGuffin

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  • JESUS GONZÁLEZ. -

Clint Eastwood, que a finales de mayo cumplía 94 años, ha estrenado en cines JURADO Nº 2, película que se convierte en la 40ª de su filmografía como director. Sin duda uno de los más respetados y prolíficos de Norteamérica, ganador del Óscar a mejor película en dos ocasiones con SIN PERDÓN (1992) y MILLION DOLLAR BABY (2004), y un defensor acérrimo del clasicismo, las historias originales y la capacidad del cine para emocionar, remover y hacer reflexionar al público adulto. Con JURADO Nº 2, Eastwood plantea un dilema moral complejo, incómodo, que no busca ser continuista con la ética de sus anteriores trabajos, si no reflexionar sobre esta y establecer conversaciones necesarias sobre la naturaleza de la justicia, la verdad y la culpa.
La película, que en Estados Unidos ha tenido un estreno inexplicablemente discreto, apela a un formalismo invisible para narrar el conflicto moral en el que se encuentra Justin Kemp (Nicholas Hoult), un ciudadano común y corriente que ha sido convocado para participar como jurado en un juicio por asesinato. El conflicto surge cuando, durante el mismo juicio, Justin descubre que podría tener una relación directa y estrecha con el caso.
En su momento, se teorizó mucho sobre la ética en el cine y su estrecha relación con la forma, sobre todo a través de los artículos críticos de Cahiers du Cinéma firmados por Jean Luc-Godard y Jacques Rivette, entre otros. Si asumimos que el travelling es una cuestión moral, es decir, si las decisiones formales deben corresponderse con el acercamiento moral y ético del director a la secuencia en cuestión, podemos afirmar que la posición ética de Eastwood con respecto al conflicto central en JURADO Nº 2 se define por lo que no filma; la decisión final de su protagonista se narra a través de una elipsis brillante y cargada de significado, lo que eleva una gran película judicial al catálogo de obras mayores del director.

Eastwood plantea un dilema moral complejo, incómodo, que no busca ser continuista con la ética de sus anteriores trabajos, si no reflexionar sobre esta y establecer conversaciones necesarias sobre la naturaleza de la justicia, la verdad y la culpa

JURADO Nº2.

Esta decisión, además, casa a la perfección con la idea que el maestro plantea ya en el arranque de su película, estableciendo un símil entre la representación de la justicia como una mujer ciega y el primer plano de la mujer del protagonista con los ojos vendados, que no verá, o no querrá ver, una verdad inevitable. Eastwood volverá a esta representación simbólica de la justicia en varias secuencias para evidenciar lo complejo que resulta encontrar el equilibrio en un sistema judicial que inevitablemente se ve distorsionado por la subjetividad de sus mecanismos politizados y la moralidad única de cada uno de los individuos que lo componen.
Es arriesgado asegurar que JURADO Nº 2 será la última película de un director que ya ha demostrado sobradamente su capacidad para combatir el paso del tiempo sosteniéndose tras una cámara de cine, pero si lo fuese, podemos sentenciar que Clint Eastwood habría terminado su carrera por todo lo alto, regalándonos una película reflexiva, compleja y amarga, que consigue retratar muchas de las miserias que caracterizan a todo un país a través de sus individuos, a los que el destino, implacable, siempre acaba tocando a la puerta.

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