El joven músico algecireño se subió en la noche del pasado domingo a las tablas de la sala Rascayú, en el centro de negocios Azabache, en Palmones, y llenó el escenario, él solo, como sólo sabría hacerlo un músico que alcanza la amplia dimensión del concepto de artista. Conocido por muchos por su trabajo al frente de un negocio de hostelería y por no tantos por sus esporádicas apariciones en el carnaval algecireño, se descubre un completo desconocido sobre el escenario.
Sus canciones, composiciones todas suyas de letra y música profundizan en temas de la cotidianidad, en el amor, en el desamor, en la violencia de género, en la sociedad... desde una perspectiva que se aleja de la poética porque se aleja de cualquier manifestación para penetrar en la más profunda de las interiorizaciones.
Todo ello exhalado sobre las agujas emotivas de una voz de terciopelo. Música de cantautor, de la que adormece, pero que sobresalta entre tema y tema por su indomable sentido del humor. Artista con mayúsculas.