José Mourinho no sólo tiene una formación futbolística, sino también literaria. Él mismo ha asegurado en alguna ocasión que ha leído mucho. De ahí tal vez proceda su habilidad para construir frases ingeniosas, su indiscutible capacidad de comunicación. Baudelaire dijo: “hay que ser sublime sin interrupción”.


Pero resulta imposible en la vida real ser sublime sin interrupción. Mourinho lo ha intentado y finalmente no le ha salido bien. José Mourinho ha buscado durante un año y medio ser el protagonista absoluto en una entidad tan compleja y brillante como el Real Madrid. Las circunstancias se han vuelto últimamente en su contra: cuando sus frases ya no sorprenden o hacen la misma gracia de antes, o cuando las derrotas frente al Barcelona han abierto una herida grave en el amor propio de los madridistas.
Mourinho afirmó hace algún tiempo: “Tengo de todo, y cuando alguien me quiere regalar algo, tiene que ser muy/muy bueno”. Esa frase demuestra que Mourinho, sí, aspira a ser sublime sin interrupción. O como cuando dijo: “Tampoco Jesucristo era simpático para todos, así que imagínate yo”.
El Bernabéu pitó el domingo por primera vez a Mourinho, descontento, entre otras cosas, con un entrenador incapaz de ganar al Barcelona (a la hora de escribir este artículo desconocemos aún el resultado del Barça-Madrid de anoche). Porque Florentino Pérez fichó a Mou, sobre todo, para que tumbara al Barça, como el técnico consiguió en su etapa del Inter. Pero Mourinho parece atrapado en el desconcierto cuando plantea los partidos frente al Barcelona. Cabe la duda de si el equipo ofensivo que alineó el domingo contra el Athletic, con Ozil, Kaká y Granero, hubiera ganado a los azulgranas, o al menos hubiese dejado mejor imagen que el once defensivo del miércoles, con Pepe pisando, no la mano de Messi, que también, sino la historia del Real Madrid.
Mourinho parece un cruce con canas entre un James Bond portugués y un alto directivo de un banco, con la capacidad oratoria de un contertulio del Café Gijón de Madrid. Pero durante su mandato en el banquillo blanco, un diario deportivo madrileño publicó el sábado por primera vez una viñeta en la que un niño vestido de madridista pregunta a su padre: “Papá, ¿por qué somos del Madrid?”. El viejo dilema filosófico del Atlético, pues, cambia de bando.
Algo grave parece que ocurre en el Real Madrid, entre lo que más puede preocupar es que no se sabe quién es el que realmente más manda.

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