Ni siquiera las mayores tragedias literarias de la historia, como ‘El Rey Lear’, que envejeció sin hacerse antes sabio, o ‘Hamlet’, instalado en una duda eterna, o los versos del mejor poeta de todos los tiempos, Williams Shakespeare, superan la intensidad del sufrimiento cotidiano.
A veces, nada duele más que la propia vida. “Me siento como si hubieran matado de nuevo a mi hija. Tengo tanto dolor dentro que no me deja respirar”, decía Adoración Cano antes de callar para tomar aire, oxígeno, durante unos dos minutos a poco de iniciar la conversación telefónica. José Franco de la Cruz, alias ’El Boca’, provocó 38 lesiones a la niña Ana María Jerez Cano, a la que violó reiteradamente antes de asesinarla a golpes cerca de las marismas de Huelva.
Ana María murió tras oponer una resistencia feroz a su asesino, como subrayó en el juicio Francisco Ontiveros, Fiscal de la Audiencia Provincial de Huelva. Ana María falleció brutalmente asesinada y en la memoria quedan los ojillos negrísimos y felices de las fotografías de la niña que repartió su familia en los días en que estuvo desaparecida, aquellas jornadas de búsqueda desesperada e inútil. Ana María descansa en paz. ’El Boca’ ha salido en libertad tras pasar 21 años en la cárcel, una pena que se concibe como cortísima por un crimen tan atroz. Pero José Franco de la Cruz dejó otra víctima en el camino, Adoración Cano, la madre de la niña, que aquel día también murió, aunque mantiene las constantes vitales, pese a que va diariamente de un lado a otro en Huelva aferrada a su bolso, atada para siempre al recuerdo de su hija, caminando por un mundo en el que parece no estar. Adoración vive pero no tiene vida. ’El Boca’, en cierta medida, también mató a esa madre. Pero ese delito no está recogido en el Código Penal. “Siento una indignación muy grande. Por la memoria de mi hija. Por la falta de respeto a su muerte y a su agonía. Ahora, el asesino está libre”, repite angustiosamente Adoración. La fotografía de Ana María Jerez Cano siempre será la misma, la imagen de una chiquilla con la cara redonda y el pelo muy negro, así, para siempre, ahora tendría unos 30 años y tal vez se hubiera dejado crecer aquella melenilla de chica lista. Su madre ha vivido ahogada cada cumpleaños de la niña. Sin la niña. Sin su hija.
La obsesión de Ruperto Martínez Morales, ex presidente de la Audiencia Provincial de Huelva, que fue un gran juez, consistió en que se velara por la orden de alejamiento de la familia de Ana María que recoge la sentencia cuando ’El Boca’ saliera de la cárcel.
José Franco de la Cruz, el asesino, quedó en libertad el pasado día tres y se le ha visto pasear por Madrid. El cuerpo de la niña Ana María Jerez Cano reposa en un pequeño ataúd blanco en un rincón del cementerio de La Soledad, de Huelva. Adoración Cano deambula de Juzgado en Juzgado, pidiendo justicia, como una muerta.
La escritura perpetua
El asesino

- Luis Eduardo Siles
- La escritura perpetua
Publicado: 18/04/2012 ·
21:26
Actualizado: 18/04/2012 · 21:26