El Jueves

Luces, cámaras y... ¡acción!

¿Quién le ha dado más a quién, la televisión a las cofradías o las cofradías a la televisión? Ojo, he dicho cofradías, no hermandades. Es igual pero no es lo mismo. ¿Quién ha salido más beneficiado de esta relación?

¿Quién le ha dado más a quién, la televisión a las cofradías o las cofradías a la televisión? Ojo, he dicho cofradías, no hermandades. Es igual pero no es lo mismo. ¿Quién ha salido más beneficiado de esta relación? Es un debate abierto pero, en mi opinión, quien no pierde sino que gana es el ciudadano. Sí, ese al que le gusta esto tanto como a usted y como a mí y que por algún motivo no puede estar, como usted y como yo, en la calle viendo pasos.

Voy a recurrir a un “topicazo”: la televisión ha metido a la Campana en las salitas de estar de ancianos, a los que sus piernas no les permiten ya ni una silla; en habitaciones de hospitales, para enfermos y acompañantes; a través de internet en los ojos de muchos emigrantes, figura que ha vuelto en estos tiempos de crisis. La tele le permitió decir a mi padre, en sus últimos años de vida, que tenía “silla en la Campana y de primera fila, con catering y baño privado incluidos”.

Pero la televisión ha traído otras formas, otros comportamientos en determinados sujetos activos de las cofradías. Me explico.

Si hace años, antes de que las cámaras se instalaran en ese punto de arranque de la carrera oficial, ya se advertía que las cofradías donde hacían Estación de Penitencia era a la Catedral y no a la Campana, desde que anda por allí la tele he venido observando comportamientos más artificiales de lo debido. Sobre todo en gestos y palabras de los capataces. No de todos, líbreme Dios, pero sí de muchos.

Ante los micrófonos que se agolpan delante de los respiraderos de los pasos se nota demasiada preparación en las levantás, muchos minipregones perfectamente ensayados ante el espejo, multitud de gestos medidos e incluso alguna que otra frase que no hubiera debido oírse: “niño, vamos a hacerlo bonito que está aquí la tele”, escuché decir a un capataz. No se puede matar al mensajero. Si se utiliza a la televisión -y a los medios de comunicación en general- en beneficio propio, también hay que soportar que hagan su trabajo y que los micros puedan captar, en ocasiones, aquello que no deben. Cosas del directo.

Tendré que preguntarle a un experto en cine como Manolo Grosso qué hay en todo esto de interpretación y de naturalidad. Porque mucho me temo que, en los ensayos de las noches de Cuaresma, no sólo se cuida el andar de los pasos, sino también las palabras y los gestos, pensando en “ese momento”.

¿Nos apostamos cuántas levantás se darán este año en la Campana por Benedicto XVI? Cuidado, creo que en esta mano llevo buenas cartas...

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