Enrique Castro 'Quini' lleva toda su vida luchando contra la muerte. Que lo persigue. En todas sus versiones. El miedo al tiro en la nuca durante los 25 días en los que permaneció secuestrado por ETA; las dos intervenciones quirúrgicas a las que tuvo que someterse para superar un cáncer de garganta; el terrible dolor por el fallecimiento, ahogado en el mar cuando intentaba salvar a dos niños en peligro, de su hermano Jesús. Quini es un héroe herido, un superviviente de sonrisa triste. La película-documental 'Quini, El Brujo frente al espejo', de Raimundo García, estrenada este fin de semana, resulta sobrecogedora. La vida ha golpeado a Quini por cada gol que marcó. Pero él ha ganado siempre.
“Lo difícil es conseguir goles de cabeza”, afirma Quini. Y recuerda dos tantos impresionantes de los que en su día la prensa habló poco. Uno, de volea sensacional al Rayo Vallecano. Otro al Zaragoza, de cabeza, con un movimiento armónico del cuello y el cuerpo en un difícil balón que llegó de costado y a pocos centímetros de altura. Tal vez ni Messi ni Cristiano Ronaldo hayan marcado goles así.
Pero Quini no vive, como la mayoría de los ex futbolistas, en quien fue, sino en quien es. Ganó cinco veces el trofeo Pichichi a máximo goleador, con las camisetas del Sporting y del Barça, pero los principales regates se los ha dado a la muerte. Los secuestradores amenazaron a su familia con enviarles un dedo de Quini como prueba de que lo tenían retenido. Cuando convalecía en un hospital de Barcelona de una de las operaciones contra el cáncer, observaba desde una de las ventanas despegar a los aviones y se preguntaba si algún día volvería a ver Gijón. El cuerpo sin vida de su hermano, Castro, ex portero del Sporting, con el que compartió equipos y la pasión por el fútbol, permaneció más de cuatro horas sobre la arena de la playa y la Guardia Civil simulaba mientras llegaba el juez que estaba dormido para que la angustia no rompiera entre el resto de la gente.
Quini trabaja desde hace años como delegado del Sporting. El
documental recoge un entrañable abrazo entre El Brujo y Rafael Gordillo en una reciente visita del Betis a Gijón. El cariño general hacia él ha sido el antídoto a la desgracia que la vida ha inyectado en Quini. En el documental sólo rompe a llorar una vez: Cuando por primera vez regresa a la playa en la que murió su hermano. El guardia que recuperó el cuerpo lo consuela: “El mar es sólo para los valientes”. Y Quini se pone a pasear por la playa solitaria. Solo. Con el ruido de las olas. Lejos del clamor de los estadios. Acompañado por el afecto de todos.