Resulta curioso comprobar cómo la raza humana no deja de sorprenderse a sí misma a la hora de responder ante cualquier gran afrenta. El miércoles estaba Diego Cañamero en la Plaza del Arenal arengando al público a seguir la senda del SAT en su lucha contra las injusticias del campo, en su marcha contra los “terratenientes que se llevan las subvenciones” sin que les pregunten a qué dedicarán la siembra, siquiera si van a sembrar, y reclamando la ocupación de terrenos baldíos para que los jornaleros puedan sacar provecho y generar riqueza.
Estaba allí Cañamero, de pie, encendido en su discurso, con las venas bombeando sangre herida, como hace más de treinta años, proclamando una revolución que nuncá terminó de llegar pero que ha cobrado nueva vida con la epidemia de la desesperación extendida por gobiernos y banqueros de todo el mundo; y cabe imaginar que al término de su intervención descendería por Cuatro Caminos, rumbo doctrinal a El Puerto, seguido por familias enteras, jóvenes con la esperanza renacida y hasta jubilados de manos curtidas dispuestos a vivir lo que en su día no pasó de arranques de rabia e impotencia después de cada peoná, como un Espartaco redivivo dispuesto a hacer frente al poder establecido en defensa del pueblo oprimido. Pero no. En casa se está mejor y si quieres injusticias te cuento un puñado sin salir del cuarto de estar ni encender el televisor.
Un día antes que Diego Cañamero, Ricardo García -alguien debió advertirle- asumió definitivamente el significado de un dicho muy popular: “no basta con ser la mujer del César, también hay que parecerlo”. García debió pensar que bastaba con ser presidente del Xerez; y no, también hay que parecerlo. Para entonces era demasiado tarde.
Le bastó una frase para poner en su contra a miles de aficionados -deseosos, por cierto, de encontrar una excusa-, jugadores, tertulianos y hasta a la Unión Romaní y el Secretariado Gitano. Si a alguien le hubiese dado por convocar una manifestación el miércoles en su contra, habrían impedido con sus gritos que Cañamero se hiciese oír ante su auditorio del Arenal y, de paso, habrían puesto de manifiesto cuáles son las cosas que de verdad importan en esta vida, o cuáles son el tipo de cosas que nos rebelan, que suponen una afrenta, en virtud de esa evolución de los tiempos en las que las palabras del líder sindical parecen a estas alturas un eco del pasado.
Dentro de ese particular ranking de afrentas y emociones -del máximo al mínimo- que van desde el insultante descuido de García a la arenga con más pasado que futuro de Cañamero, cabría preguntarse qué lugar ocupa la elección del nuevo gerente del Parque Tecnológico Agroalimentario, convertida a lo largo de la semana en una especie de cuestión de estado, porque más allá de los intereses del Gobierno local, de la Junta y de los poderes adivinatorios de la ATMJ, dudo que sea una cuestión que haya quitado el sueño a los jerezanos de a pie, en todo caso, puede a que a uno o ninguno.
Y sin embargo, uno lee las declaraciones de Fernando López Gil y parece remitir a una película de Sam Peckimpah -Quiero la cabeza de Alfredo García-, salvo que en este caso el protagonista se llama Juan Carlos Racero; lee las de la ATMJ y nos vemos inmersos en una teoría de la conspiración con registros notariales acusatorios; y lee las del Gobierno local y resulta difícil salir del asombro ante la naturalidad -como si no fuera con ellos- con la que pretende sacudirse las graves acusaciones de “amaño” que le llegan desde la oposición. Hay tema, sí, pero también, de un lado, mucho artificio cargado de revanchismo y, del otro, poca entereza a la hora de reconocer cuándo no se hacen las cosas bien.
Y, en medio, el PTA, o mejor dicho, en el fondo, a la espera de que este Gobierno -mejor con la Junta que sin ella, pero también con un buen gestor- lo reactive y deje de ser una aspiración dentro de un programa electoral. Lo intenta, pero mal aconsejado; también con zancadillas. Hasta entonces, el PTA seguirá siendo algo lejano, casi ajeno, y por supuesto, apenas relevante para un vecino, por ejemplo, de la zona sur que lleva varias semanas sin luz en su calle.