Lo que queda del día

Poner a salvo sus traseros

La comisión de Fomento dejó detalles técnicistas enmarañados, discursos amoldados al impacto social de los hechos y la sensación evidente de querer poner a salvo sus traseros apuntado al maquinista y a los técnicos

Cuando la juez Mercedes Alaya hizo pública la nueva lista de imputados por el caso de los ERE, en la que apuntaba directamente a altos cargos de la Junta de un círculo cada vez más cercano al presidente José Antonio Griñán, un ex concejal me comentaba, no sin ocultar cierta preocupación, que el ejercicio de la política se estaba convirtiendo en una profesión de “alto riesgo”. Sin duda, se ponía en la piel de aquéllos que se están viendo salpicados por supuestos casos de corrupción y marcados por el estigma de una imputación que parece condenarlos más allá de la pena de telediario ante la larga espera que implica devolver lustre a su currículum con un dictamen judicial que resuelva que ellos, simplemente, pasaban por allí.

Lo de “alto riesgo” no deja de tener su gracia dentro de ese contexto, como un devaluado castigo divino: pagar justos por pecadores; pero la clave no está en el calificativo, sino en el sustantivo, en considerar la política una “profesión”, en vez de un cargo eventual que implica la prestación de un servicio a la sociedad cargado de una responsabilidad que no todos han parecido tener claro -ahí sí que están pagando justos por pecadores-. 

En cualquier caso, no andaba desacertado en su planteamiento, en hablar de “profesión de alto riesgo”, si asumimos el hecho evidente de que en España, si de algo andamos sobrados, es de personas que han hecho de la política su principal profesión, honrada y responsablemente, de acuerdo, pero ajenos al sentido de “cargo eventual” que cabría presuponer, y sí de una fervorosa fidelidad a la vinculación con unas siglas que, al fin y al cabo, son las que juegan desde el poder a establecer las reglas en las que tan bien han sabido y saben moverse muchos a la hora de acceder a un buen cargo o a un buen puesto de salida en las listas provinciales: algo a lo que hemos dado en llamar asimismo “habilidad”.

Lo de “alto riesgo”, ya digo, me lo comentaba a raíz de las imputaciones del caso de los ERE, pero va camino de convertirse en tónica, y podemos tomar como ejemplo lo ocurrido esta semana en la Comisión de Fomento del Congreso de los Diputados, en la que durante diez horas se abordaron las posibles causas del descarrilamiento del tren Alvia en Santiago y sus irreparables y trágicas consecuencias. Diez horas plagadas de detalles técnicos enmarañados, de discursos amoldados al impacto social de los hechos y una sensación evidente: la de querer poner a salvo sus traseros apuntando con el dedo al maquinista y a los técnicos que supervisaron y ejecutaron el proyecto del trazado de la vía en la desgraciadamente famosa curva de Angrois.

De hecho, sólo la ministra de Fomento, Ana Pastor, fue capaz de trasladar a la comisión una lista con veinte propuestas para mejorar la seguridad de la red ferroviaria, en el transcurso de una doble sesión en la que se echó en falta más autocrítica y menos bandearse para salvar del expediente a otros compañeros ausentes y a los que veladamente se hizo referencia en algún momento, como si la atormentada confesión del maquinista se bastara por sí sola para poner el punto y final al suceso, cuando en realidad estamos a la espera de un epílogo que dé respuesta a muchas preguntas que están en el aire y que en la citada comisión se encargaron de alimentar.

Yo me quedo con esas 310 alegaciones presentadas al proyecto de la línea Orense-Santiago, entre las que se dijo no había alusión alguna a la ya tristemente famosa curva, pero tampoco a qué se hacía referencia en cada una de ellas, o en algunas de ellas; y con las llamadas que se pueden realizar al maquinista sin que haya otra persona presente para que asuma el control circunstancialmente.

Imagino que las familias marcadas por el accidente habrán dado por buenas todas esas explicaciones acerca de la rigurosidad con la que Renfe forma y controla a sus profesionales, y las decisiones técnicas por las que se guía Adif para diseñar y configurar trazados férreos solventes y seguros, pero también que les deben asaltar otras muchas más dudas que las que podamos hacer desde la distancia, física y emocional, y sobre todo las que no parecen tener los que no piensan poner en juego su trasero.

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