No sé si será muy correcto escribir en un medio de comunicación sobre otro medio de idéntica naturaleza, pero como hasta ahora desde estas páginas nunca se me ha puesto ni una sola cortapisa en relación a los temas abordados, pues me atrevo a dedicarle estas líneas más que a un periódico a los profesionales que allí trabajan.
Si lamentable es que 52 personas -aunque solo sean 52- engorden las listas del paro, más lamentable es que los lectores perdamos una cabecera, que al fin y al cabo es un altavoz más de la libertad de expresión. Y peor aún es que sea por la gestión de los dueños de la misma y la aparición en escena de ese personaje siniestro que, pidiendo coche y móvil, alentó por un momento las esperanzas de ese grupo de trabajadores que, en el fondo, imagino que lo único que pretenden es seguir haciendo su trabajo. Me consta que la gran mayoría de ellos (Nono, Gómez Palas, Morente, Iria, Carlota, Manolo, Alejandro y seguro que los demás) aman a esta profesión por encima de todas las cosas. Y eso más que respetable es sagrado.
El Correo no sólo es parte de la historia de esta ciudad, es mucho más. El Correo ha sido cuna de ilustres firmas que un día decidieron salir por la puerta de la Carretera Amarilla o de la Cartuja para buscar acomodo en otros medios. El cariño por el rotativo se viene demostrando en las redes sociales y en la propia calle. El Correo y su gente son más que un periódico: son parte de todos los que, desde hace años, nos dedicamos a esto tan hermoso como es la comunicación.
Corren malos tiempos para los negocios. Y un periódico vive de la publicidad -escasa en los tiempos que vivimos- y de las ventas. Sé que esta situación se va a arreglar, antes o después, por ello mi mensaje de ánimo a todos los que están allí dentro. Pero los que estamos fuera también podemos hacer algo más que esto. Algo más que concentrarnos a su lado y enviarles mensajes de fuerza, de apoyo y de cariño, aunque también sean necesarios.
Cuando toda esta pesadilla pase, tenemos que comprar El Correo cada día y no contentarnos con su versión web. Será la mejor forma de materializar ese apoyo a los que siguen allí dentro. Entre todos es posible hacerlo. Estamos en tiempos en los que las actuaciones colectivas deben materializarse en obras. Y con algo más de 1 euro al día podemos hacer mucho.
Fuerza y ánimo. Esto acabará más pronto que tarde. Y saldréis fortalecidos. El Correo no puede morir, porque lo mantiene vivo vuestro empeño y vuestra ilusión. Y contra eso nadie va a poder nunca. Os lo aseguro. ¡Adelante!