Eso era una canción de Miguel Bosé ¿recuerdan?, y una realidad como un templo en los tiempos que corren. Porque entiendo los chicos como aquellas personas que aún no han alcanzado la edad de la madurez donde las cosas se ven de otra forma, más pausada y con otras perspectivas. Por eso, los chicos de hoy día a los que le sobra cierta dosis de violencia, no lloran: sólo lloran los niños. Y también lloran los hombres.
Cuando un hombre llora no lo hace por cualquier cosa. Siempre es por algo que le duele mucho, mucho más de lo normal. O porque algo le emociona. Los hombres no lloran (no lloramos) porque nos quiten un juguete de las manos o porque el futuro nos dé miedo. Si lloramos por algo es por lo que lo queremos. Y el llanto es de verdad porque ese “algo” supone mucho en nuestra vida y en la de los que están a nuestro lado.
A los hombres, cuando lloran de verdad, les importa poco que sea en público, porque el llanto es verdadero. Nada ha de reprimir que ese sentimiento salga a la luz, a la vista de cualquiera. Ni tan siquiera ante los, en ocasiones, fríos medios de comunicación. Se llora como natural desahogo, de la pena o de la rabia, cuando sea. Los hombres, insisto, lloran en la mayoría de las ocasiones de verdad. Y cuanto más duro pueda parecer la persona que lo hace, más sincero es su llanto.
Los hombres lloran cuando se cometen injusticias contra las que no se puede pelear con la fuerza de la razón. Cuando los que están enfrente se creen poseedores de la verdad absoluta y de ese poder tan relativo que tienen las cosas mundanas, aquellas que son movidas por el dinero, la fama o la notoriedad. Se llora cuando todo esto es accesorio para uno, cuando se está completamente convencido que la conciencia está libre de dudas y limpia. Se llora por la impotencia, que en fondo no es tal. Quizás incluso se llore por aquellos que te han hecho llorar.
Los hombres lloran cuando no le dejan acabar lo empezado. Cuando no se reconoce el camino andado y se tiene la sensación, equivocada, de que el tiempo se ha perdido.
Los hombres también lloran de emoción, decía al principio. Aunque esto no lo explico porque ustedes ya saben por dónde voy. Verte arropado por muchos -aunque se utilicen métodos poco ortodoxos- también tiene que ser un motivo para llorar de verdad.
No, esta columna no está relacionada con lo que ustedes piensan. Quien me conoce sabe que no entiendo de fútbol. Yo sólo entiendo de lo que veo. Y lo que he visto ha sido a un buen hombre llorar.
Llorar como sólo lo hacen los hombres.