La construcción del complejo comercial de Bahía Sur supuso el mayor susto que se podían llevar en aquellos tiempos los comerciantes del centro de la ciudad y no era para menos, aunque la perspectiva que dan los años y el cambio que ha experimentado el comercio indican que fue y sigue siendo bueno, entre otras cosas porque más pronto que tarde se hubiera instalado un proyecto similar en cualquiera de las poblaciones de los alrededores y los comerciantes isleños hubieran escapado todavía peor. Porque se les habría escapado toda la clientela al pueblo vecino, no a dos kilómetros.
La construcción de un nuevo centro eminentemente comercial en Janer a través de la Zona Franca puede ser el mismo caso que el de hacer 21 años, dicho para los que piensan que puede ser prejudicial para el comercio tradicional, habida cuenta de que para Bahía Sur puede resultar rentable para reconquistar el peso que tuvo en la comarca y que otros le disputan con el poderoso argumento de una oferta más amplia.
Ahora bien, las posibles ventajas que pueda tener desde su puesta en funcionamiento para el complejo de Caño Herrera y las futuras que pueda tener para el comercio tradicional -porque si no se instala en La Isla lo puede hacer en Puerto Real o Chiclana-, no quitan que por parte de los responsables del proyecto se extreme la prudencia, algo que ya se le supone.
Realizar toda clase de estudios sobre la incidencia que puede tener, positiva o negativa, con el fin de protenciar la primera y minimizar la segunda, nunca está de más y tomarse esos consejos con buen talante aunque ya se esté haciendo como es de presumir, una puerta abierta para que todos remen en la misma dirección. Esto es, buscar lo mejor para la mayoría sin despreciar a las minorías.
