No se trata de amargarle el día a nadie, ni tampoco hacer un discurso derrotista de la situación en la cual estamos inmersos aún, pero lo cierto es que no me cuadran algunas situaciones o escenarios. Nos informan que los grandes números, aquellos que en ocasiones usted y yo ni entendemos, arrojan como resultado que en España comienza a verse una luz al final del túnel; que estamos saliendo de la crisis; que nuestra economía mejora; y que las previsiones de crecimiento están a la vuelta de la esquina.
Por otro lado, veo como a mi alrededor casi nada cambia: las redes sociales me han mostrado hace solo unos días cómo una persona se lamenta en público, en medio del pleno municipal de un ayuntamiento a viva voz aunque con el respeto debido, que exista una partida de varios miles de euros para publicidad mientras que él tiene a cinco bocas que alimentar cada día. A este hombre que no le hablen de las previsiones de Bruselas ni de los informes de los hombres de negro. Para negro su amanecer cada día.
Si estas situaciones nos llegan a casi todos ¿será que en los despachos donde se decide nuestra vida no hay internet? ¿Será que nuestros políticos no tienen perfil enFacebook? ¿Será, por el contrario, que un sofisticado mecanismo tecnológico les impide ver este tipo de situaciones?. No lo sé, pero algo de esto debe haber.
Y ante esto ¿qué hacemos? Nada.
Los que afortunadamente tenemos trabajo por miedo a perderlo y porque cada día se nos aleja más eso tan bello en la teoría como la conciliación de la vida familiar y laboral. Mentira, todo mentira. Pregunten a su alrededor o mírese usted mismo: ¿no es cierto que desde hace algún tiempo en su empresa abusan un poco más cada día? Le exprimen lentamente para que usted no se dé mucha cuenta de lo que hacen, con el fin de llegar a un punto en el que no hay marcha atrás. Terreno perdido es terreno irrecuperable. No piense que su jefe, cuando todo esto mejore, le va a regalar unos días por el esfuerzo de estos años. No, no lo espere. Como tampoco que contraten a aquel compañero al que despidieron y que el trabajo que hacía cayó sobre su mesa. No, no va a venir nadie a esto tampoco.
Los que están sin trabajo bastante tienen con sobrevivir cada día, rebuscando un lugar del que sacar unos euros a fin de mes para llevar a casa, no ya para pagar la letra de la hipoteca o las facturas de luz y agua -estos no perdonan- sino para poder ir al supermercado.
De nuevo me pregunto ¿qué hacemos?
Y lo triste es que ni yo mismo sé qué contestarme.