Lo cierto es que empezamos el año -bueno, la primera semana seria y completa- con fuerza y ganas de hacer cosas, como el hecho de imputar a toda una Infanta de España. Y es que el temita tenía que caer por su propio peso.
No tiene lógica ni se sostiene se mire por donde se mire, el que no fuera imputada por mucha corona que tenga sobre su testa. Por mucho que su padre sea el Jefe del Estado y su hermano el Heredero de la Corona, pero en la mayor parte de las casas de España -no las casas reales- de lo que hace el marido tiene conocimiento la esposa y viceversa. Y mucho más después de que el caso Noos estallara. Si hasta han dado pie al chiste de “y mi mujer se entera de todo”.
Pero vamos a ver: ¿ese matrimonio no habla de sus cosas? ¿ella no le ha preguntado a Iñaki algo así como “esto que es lo que é”? Porque creo que es lo mínimo, vamos, a no ser que el apelativo de tonta lo hubiéramos puesto a la persona equivocada.
No pasa la monarquía sus mejores momentos, aunque lo penoso es que no es por culpa de alguien de sangre azul. Piensen que el problema viene de un simple jugador de balonmano que ha querido meter más goles de la cuenta. No, hijo no; esto no es así. O tú no le cogiste la onda al braguetazo que pegaste o también vamos a tener que pensar que eres tontito. Porque lo que no admitimos es que nos trates al resto del mundo mundial como si los tontos fuéramos nosotros. No, querido nuestro: hasta ahí podíamos llegar.
El Rey siempre ha tenido sus cosas, pero como no nos enterábamos ya se sabe: ojos que no ven, corazón que no siente. Si la cadera se la hubiera roto en cualquier reunión de jefes de estado de Hispanoamérica mandando callar a alguien y no en aquel absurdo país matando elefantes como un poseso, pues su popularidad ni se hubiera resentido. La Reina, pues más de lo mismo: sus cosas, su Londres, su familia griega, su mismo peinado, sus conciertos y sus obras sociales. Nada que moleste, al menos a mi. Y la otra a sus caballos y a escaparse a Sevilla cada vez que puede. Pero sin sacar los pies del plato.
Por todo eso Urdangarín es el que ha destapado la caja de los truenos. Y ahora todo lo que pase en la Zarzuela o en su entorno se mira con lupa. Iñaki, hijo, la que has formado. Así no heredas ni las muletas de tu suegro (lagarto, lagarto).
¿Y quién pagará el pato de todo esto? Pues el heredero, quién si no, que lo creo más limpio que una patena. Y de camino la institución. Y de paso, el país. Y para colmo, todos nosotros.
Como siempre. Más de lo mismo.
El Jueves
Imputadísima
Pero vamos a ver: ¿ese matrimonio no habla de sus cosas? ¿ella no le ha preguntado a Iñaki algo así como “esto que es lo que é”? Porque creo que es lo mínimo, vamos, a no ser que el apelativo de tonta lo hubiéramos puesto a la persona equivocada.
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