Lo que queda del día

Ser relevante desde de las redes sociales

La incertidumbre es tal que ningún secretario regional del PSOE se ha decantado por un candidato: por no enfadar a las bases y por no posicionarse del lado del que termine siendo perdedor

El pasado viernes aparecían recogidas en prensa varias fotos de la visita del presidente ruso Vladimir Putin a Cuba. Cómo sería aquéllo que hasta a Raúl Castro se le fue por un momento la cabeza cincuenta años atrás y lo saludó como presidente de la Unión Soviética. Cayó rápido en el lapsus, aunque la isla, ciertamente, siga como hace medio siglo, y no me refiero sólo a sus convicciones revolucionarias. En una de esas imágenes aparecía el rostro de Putin presidiendo uno de los cartelones que pueblan tantos rincones de La Habana, acompañado de un mensaje de bienvenida, traducido igualmente al ruso, que es también la forma en la que el Gobierno cubano le habla al mundo y a los propios cubanos, sin necesidad de una nota de prensa. Las calles, ya digo, están llenas de ellos, y no para explotarlos comercialmente anunciando destinos vacacionales en Santiago, Varadero y Pinar del Río, o los clásicos helados de Copelia, sino para recordarnos que estamos en Cuba, en algunos casos acompañados de dibujos para reforzar el mensaje de forma gráfica.

Hay uno de ellos que me encanta y en el que puede leerse: “Señores imperialistas no les tenemos absolutamente ningún miedo”. Está en el paseo principal del Malecón, mirando al mar; más aún, mirando hacia la costa de Florida, para que los yankees puedan leerlo con nitidez si apuntan con sus teleobjetivos hacia la isla. Por si fuera poco, está pegado a la fachada de un edificio que, según le puede contar el taxista que le conduzca hasta La Habana vieja, es la sede del cuartel de operaciones de la CIA -o alguien se fue de la lengua o debe ser allí donde se forjó el chiste del espía sordo-.

España parece vivir en estos momentos víctima de un fenómeno parecido: atrapada bajo el mismo síntoma panfletario y pancartero de los cartelones de La Habana, salvo que utilizando los muros de Facebook y los 140 caracteres de Twitter; es decir, sin el encanto nostálgico ni el apremiante convencimiento que destilan las creaciones castristas, sólo por el mero hecho de marcar tendencia y llegar a fenómeno viral o trending topic, que es lo que muchos entienden hoy día por prestigio o relevancia social.

Si ése es el camino, no soy yo quién para desviarlos de él, pues habrá quien lo haga hasta con buen uso y entendimiento, y cuando no, siempre cabe la opción de tomártelo con sentido del humor.
Cierto gurú de referencia rotulaba ayer su cartelón con la siguiente frase: “Mi condena a los bombardeos y la ocupación ilegal de las tierras del pueblo Palestino por parte de Israel, violando una vez más los Derechos Humanos”. Alguien le contestó: “@Pablo_Iglesias_ Pues tienen una explicación política”. ¿Hay algo que oponer a la primera frase? Nada en absoluto. A la segunda, si fuera en serio, por supuesto que sí, pero ya sabemos que no es una afirmación, sino la constatación de una contradicción o el retrato de una ambición carente de complejos.

Todos sabemos que Putin no ha ido a Cuba para brindar por los viejos tiempos, sino a respirar el aire viciado que te inunda los pulmones cuando paseas cerca del puerto de La Habana, incluso por la misma puerta de la sede de Cupet; incluso que los cartelones de bienvenida no iban dirigidos al nuevo camarada, sino a los cubanos que esperan de él un nuevo impulso industrial para la isla, pero no tengo tan claro hacia dónde nos lleva tanto mensaje bien intencionado en las redes sociales -o sí lo tengo y no me atrevo a decir que muchos otros lo den por supuesto-, tanto protagonismo desmedido para representar qué y a quiénes.

La incertidumbre es tal que, por ejemplo, ningún secretario regional del PSOE se ha atrevido a posicionarse públicamente en los últimos días en favor de uno u otro aspirante a liderar el partido durante los próximos cuatro años. Y no lo han hecho por dos cuestiones: la primera, para no enfadar a las bases -las mismas a las que llevan varias semanas torpedeando con mensajes desde cada candidatura-, y la segunda, para no posicionarse del lado del que termine siendo perdedor. Eso que llevan aprendido; otra cosa es que nos parezca una actitud poco valiente, hasta hipócrita, pero tampoco era previsible que dijeran: “Señores twiteros no les tenemos absolutamente ningún miedo”.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN

El valor de tener las cosas claras
La nueva era del horror
Visítanos en Facebook
Visítanos en X
Recibe tu periódico a través de Whatsapp
RSS
NEWSLETTER