La última unidad de marines de Estados Unidos ha dado por terminada este domingo su misión en Afganistán con el inicio de la operación para abandonar la inmensa base militar de Campamento Leatherneck en la provincia de Helmand, en el sur del país.
Los marines de la Brigada Expedicionaria de Marines-Afganistán no han sido los únicos en iniciar la mudanza: en la adyacente base militar de Campamento Bastión también ha concluido la misión del último contingente militar británico en la provincia, de cuya seguridad se ocupará ahora la división 215 del Ejército de Afganistán.
Se cumple así el calendario de retirada de tropas estipulado por el acuerdo de seguridad bilateral alcanzado con el nuevo Gobierno afgano del presidente Ashraf Ghani, un difícil y conflictivo proceso que deja la seguridad del país en manos del Ejército de Afganistán, y que ha supuesto un terremoto en la política afgana, forzando la salida del poder del ex presidente Hamid Karzai y culminando con unas largas y polémicas elecciones presidenciales.
Queda por ver ahora si el Ejército afgano es capaz de exhibir el mismo rendimiento que las tropas internacionales ante la insurgencia talibán 13 años después del derrocamiento del régimen islamista, y en particular en una provincia particularmente cruenta donde se recoge el 90 por ciento del opio que los talibán emplean para financiarse.
"Me siento cuidadosamente optimista cuando digo que serán capaces de arreglárselas solos", ha declarado el comandante del Mando Regional Suroeste del Ejército de EEUU, el general Daniel Yoo, sobre la capacidad del Ejército y de la Policía de Afganistán. "Pero eso sí: tienen que desearlo más que nosotros", ha advertido.
Los afganos ya no dispondrán ni del apoyo aéreo de los aliados ni de las fuentes de los servicios de inteligencia, pero un aspecto alentador para EEUU reside en que las fuerzas de seguridad nacionales parecen haber aguantado bastante bien la última ofensiva veraniega de los talibán en la provincia, escenario clave de una guerra que en su momento álgido llegó a contar con 140.000 soldados internacionales, número que ahora se reducirá a 12.500; la mayoría asesores y entrenadores.
"Ahora todo está vacío... es raro ver cómo se desmantela todo", ha declarado el capitán Ryan Steenberge, uno de los últimos soldados de EEUU que abandonará el país tras más de una década de operaciones, mientras contemplaba lo que es ahora una especie de ciudad fantasma.
"Cuando llegué aquí, estaba lleno de gente. Servicios por todas partes, ahora ya no queda nada", concluyó.