Ha dicho Obama que nunca es un buen día para hacer público un informe en el que se habla de torturas. Yo más bien diría que nunca es un buen día para torturar, ya sea de forma física o psicológica, aunque ambos casos parece que se han estado dando entre las rejas no sólo de Guantánamo sino de otros lugares que se califican como prisiones secretas. Este término ya hace que me tiemblen las piernas. Imagino que deben ser lugares infernales, casi inimaginables, en el que ni los acuerdos de Ginebra ni los Derechos Humanos tienen pase para poder entrar, aunque sólo sea de visita.
Bajo el amparo del miedo a los hechos acaecidos en la mítica y triste fecha del 11-S y con el consentimiento de la presidencia de George Bush, se llevaron a cabo estas prácticas interrogatorias, de las que sabemos algunos de sus crueles detalles: privación de luz, ahogamientos simulados, encierro con insectos, privación del sueño hasta 180 horas… Tal era el aislamiento, que la falta de contacto humano provocó traumas psicológicos como alucinaciones, paranoias y autolesiones.
Y todo ello con el consentimiento del Departamento de Justicia, del que se dice que es el país más avanzado, libre y demócrata del mundo.
De este informe, de más de 6.000 páginas, se pactó en el Senado el pasado mes de abril que sólo 524 folios fueran accesibles, por razones de seguridad nacional. El informe no prevé revelar la identidad de los torturadores: el comité que lo ha elaborado no ha podido entrevistar ni a uno solo de los operativos de la CIA que formaron parte de la guerra sucia de Bush. Si este informe del Senado no es del agrado de la CIA, en el que se reconoce que mintió a la Casa Blanca y al Congreso sobre el alcance de sus actuaciones, ¿no creen ustedes que puede ser sólo la punta del iceberg de lo que de verdad ha ocurrido durante todos estos años? No obstante, la CIA tiene previsto publicar un documento que refutará sus principales conclusiones. Bush y sus más próximos asesores apoyan a la que era la cúpula de la CIA durante su etapa en la Casa Blanca y por tanto responsables de todo esto. Como aquí decimos: “la tuya sobre la mía”.
Se lee en muchas columnas de opinión, editoriales e incluso en las informaciones que la CIA reconoce que estas torturas brutales, nacidas imagino que de mentes desequilibradas, no sirvieron para obtener informacion sustancial en la lucha contra el terrorismo islamista. Ante esto, yo me pregunto: si hubieran servido para obtener información fidedigna ¿estarían justificadas?