El Jueves

Gracias por vuestra felicidad

Y así, con las palabras de una oficiante de primera línea y la voz y la música que amenizaron el momento, vimos como ambos abandonaban consciente y responsablemente la soltería para abrazar un nuevo estado en el punto de partida de una nueva carrera de la vida.

Cuando las cosas se hacen con unas bases sólidas bien sentadas; sabiéndose lo que se hace y estando plenamente convencidos; echándole imaginación y con grandes dosis de cariño, respeto y mucho amor, todo tiene que salir bien. Resulta que esos ingredientes crean un caldo de cultivo lleno de vitaminas vitales, que se hacen extremadamente contagiosas para los que, desde el respetable, asisten como espectadores. No es raro, por tanto, que se dibujen a cada instante sonrisas de complicidad y felicidad en los rostros de todos los presentes.

Todo esto viene para expresar un buen puñado de agradables y buenas sensaciones que experimentamos un grupo de personas el pasado sábado, asistiendo emocionados por el hecho y el momento, al enlace matrimonial de Bea e Ignacio. Un enlace salpicado en cada uno de sus detalles por todos esos ingredientes de los que hablaba al principio, que fueron los causantes de ese contagio colectivo de felicidad al que nos vimos sometidos, impotentes de evitarlo, no sólo porque no queríamos sino porque era mucha esa felicidad la que se contagiaba.

Y así, con las palabras de una oficiante de primera línea y la voz y la música que amenizaron el momento, música y voz profesional y en riguroso directo pero en la que se adivinaba la complicidad de la novia con todas las intérpretes, vimos como ambos abandonaban consciente y responsablemente la soltería para abrazar un nuevo estado en el punto de partida de una nueva carrera de la vida.

Disfrutamos, sí. Y mucho. No sólo por compartir el momento de la decisión de los novios, sino por cómo nos lo brindaron. Por las intervenciones de los amigos de los contrayentes, en unas semblanzas que nos hicieron emocionarnos y reír a la vez. Por el desmedido ingenio de él en las palabras que le dedicó a ella, música de fondo incluida e incluso por la interpretación de algún personaje de cine, faceta ésta que quien escribe desconocía del contrayente. Por hacernos a todos partícipes de algo tan íntimo como sus besos. Por hacernos parte de su vida, de esa hermosa vida que ahora ambos comienzan juntos.

Deben andar ahora por algún lugar de España de luna de miel. Un lugar al que le habrán llevado las dos ruedas de él y el motor de su moto, que seguro que suena ahora más musicalmente que nunca. En nuestro recuerdo, para siempre, cada uno de los detalles de esa tarde. En nuestro recuerdo, para siempre, la felicidad de todos, que al fin y al cabo era, es y será la felicidad de ellos.

Sed felices y gracias, Bea e Ignacio, por el regalo de vuestra felicidad.

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