Curioso Empedernido

Subidas y bajadas

La vida es una continúa escalera, en la que nos pasamos demasiado tiempo preocupados por si estamos arriba o abajo de la misma, sin darnos cuenta que en este encantamiento permanente que es nuestro paso por este mundo, la mayoría de las veces nuestra posición no es real ni virtual sino relativa, y bajamos subiendo y subimos bajando.

Muchos de nuestros políticos y personajes públicos, sin ir más lejos, viven gran parte de su tiempo pendientes de la opinión publica y publicada, y así cuando abren las páginas de este periódico, se van directos a la segunda a ver si están ascendiendo o descendiendo, después tras echar un ojo al infiltrado por si han averiguado algunas de sus travesuras, recalarán en los titulares y tomarán conciencia de cual es la importancia de lo que hacen y dicen. En este juego del ascensor, corren de un lugar a otro para no dejar de buscar aquello que no saben muy bien qué es, y que si en algún momento llegan a encontrar, lo peor es que no saben qué hacer.


Codazos y zancadillas, maniobras y empujones para trepar  aunque terminen cayéndose por la pendiente hacia el abismo, y descubriendo demasiado tarde que entre rencores y venganzas, recuerdos y olvidos, las mejores guerras son las que nunca se empiezan, y las grandes paces las que se ganan desde el diálogo, pero respetando las diferencias.

 El empeño de alguno en colocarse donde no les corresponde, termina con sus posaderas en el cubo de la basura, porque aunque nos empeñemos en distorsionar el espacio y el tiempo, son muy hijos de puta, y pone a cada cual en su lugar en el momento oportuno, y cuando menos se lo esperan aquellos que se creen muy arriba, en el pico de la montaña, se encuentran sin esperárselo en el fondo del pozo.

Es la crueldad, que han de soportar quienes no se ponen topes y restricciones, porque están acostumbrados a caminar entre ventajas y privilegios. Aquellos que entre los designios del destino y los embates de la fortuna, piensan que todo está controlado, y no soportan los acentos inesperados, los respingos y los reveses de la cotidianidad.

Cada día es una página abierta a la esperanza, entre sorpresas y alegrías, temores y supersticiones,  hemos de aprender que todo no está a nuestro servicio, ni el mundo entero nos persigue, que a veces la suerte nos acompañará y en otras ocasiones dará la impresión que todos los demonios se han conjurado contra nosotros, pero esta noria no la podemos parar siempre en el lugar que más nos conviene, porque los demás también están subidos en ella. Nos pasamos, este soplo, este recorrido por el calendario,  que apenas son los compases de un vals o los pasos de un pasodoble, dando a las cosas más precio, intensidad o estimación de las que  realmente tienen o disminuyendo su cantidad o su valor por sensaciones, emociones que ni nosotros mismos llegamos a comprender.

La experiencia, en ocasiones, nos enseña a distinguir lo esencial de lo accesorio, lo importante de lo superficial, y a fuerza de tropezones y fracasos, aprendemos que lo óptimo es enemigo de lo bueno, pero además que lo bueno, por mucho que nos esforcemos nunca llega a ser lo óptimo.

Lo peor de todas estas elevaciones y caídas, son los parásitos del poder que siempre quieren escalar con los que mandan y huyen y se descabalgan de los que se resbalan o devalúan, son los doctores del hastío y la decepción, los que te aman en público cuando puedes darles algo, con la misma fuerza que te odian en privado.
Entre tantos castillos de arena, rapideces y velocidades por crecer y vencer, faltan argumentos y razones y sobran mentiras y difamaciones, son necesarios más gente que sepa lo que dice y sea capaz de hacerlo, y  deberíamos prescindir de tanto ignorante dispuestos a afirmar verdades absolutas, sobre todo aquello que no tienen ni zorra idea.

Se encaraman a las torres del castillo, con la intención de que nadie les arrebate su posición, sin recordar las palabras del Don Juan Tenorio de Zorrilla, “y emponzoñé cuanto vi, y a las cabañas bajé, y a los palacios subí, y a los claustros escalé, y pues tal mi vida fue, no, no hay perdón para mí”.

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