“Era franciscano; no salía del convento pero era una persona muy querida. Doctor de la Iglesia, fue un gran teólogo. Quizás San Francisco tenga más fama de hombre penitente y San Antonio una sencillez, una cercanía y una simpatía que atraía mucho a la gente”.
Así se refería el experimentado sacerdote Manuel Rodríguez Salas a los sentimientos que despertó la procesión de San Antonio de Padua coincidiendo un año más con su onomástica. Antes, la parroquia de San Francisco recibió la solemne eucaristía concelebrada conjuntamente con el sacerdote Jesús Lozano y con la intervención del coro litúrgico de la hermandad convocante, a la que siguió el fraternal reparto del llamado Pan de San Antonio, los pequeños bollos de harina de trigo que simbolizan el perdón del pecado venial, en un gesto que en cierto modo se vincula a la eucaristía. De hecho -dicen-, los más mayores solían besar el pan antes de comerlo.
En todo caso, el pan fue repartido entre feligreses y los numerosos hermanos que llenaron con su presencia el templo a pesar, también, de las elevadas temperaturas de la tarde noche. Tanto el acto litúrgico como la posterior procesión fueron acompañados por una nutrida representación del resto de hermandades de Arcos y del propio Consejo Local de Hermandades y Cofradías, con una presidenta, Mari Nieves Sánchez, especialmente contenta con tal representación y con el buen momento de unión y concordia por el que atraviesan las corporaciones arcenses. Asimismo, tampoco faltó la representación del Ayuntamiento dirigida por su alcalde presidente, Isidoro Gambín.
Ya en la calle, la talla de San Antonio comenzó su recorrido en su parihuela tradicional, exornada para la ocasión con rosas amarillas. La imagen lució su hábito franciscano y, en la comitiva, una gran cantidad de niños, en muchos casos vestidos con la ropa tradicional del Martes Santo: la túnica blanca y la capa azul. Y es que la hermandad quiso en cierto modo desplegar el esfuerzo frustrado de la pasada Semana Santa, ya que los tres pasos que la conforman tuvieron que quedarse en el templo debido a la lluvia. Una asignatura pendiente felizmente saldada en el día de San Antonio.
Y así, con los sones de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela, la procesión transcurrió con un novedoso itinerario que le condujo nada más salir a la calle Gomeles para descender por Romero Gago. Con un delicioso desorden en ocasiones, que nada tiene que ver con el rigor del desfile de la Semana Mayor, la procesión de contrastes y de mucho calor hizo recordar el anecdótico episodio vivido hace unos meses, cuando la pequeña talla de San Antonio, casi una réplica de la original, fue robada de su hornacina en la fachada de San Francisco; suceso resuelto felizmente con la aparición de la imagen.
Pero eso ya forma parte de la historia de la hermandad, como también la procesión de San Antonio este año, “que transmite alegría”, que diría la tímida hermana mayor de la cofradía, Rosa María Roldán, pértiga en mano.