Que la unidad de la plantilla del San Fernando ha sido una de la grandes claves del éxito del equipo esta temporada ha quedado fuera de toda duda por las imágenes y los gestos que se han podido ver estos días durante las diversas celebraciones que se han desarrollado por el ascenso a Segunda B.
Pero dentro de ese vestuario hay además historias muy humanas de las que llegan, gestos que hablan por sí solos y que dejan claro que la piña que han formado es brutal.
El ejemplo más claro se vivió el pasado lunes cuando Sergio Ceballos resbaló y se golpeó en la cabeza con el bordillo que rodea la estatua del Varela. En ese momento saltaron todas las alarmas, pero afortunadamente todo quedó en un susto y en unas cuantas grapas en la parte trasera de la cabeza del lateral.
Pues bien, el capitán Ñoño demostró que lo ha sido esta temporada dentro pero también fuera del campo. El isleño fue uno de los que más sufrió el impacto de lo sucedido tras ver el golpe directo. De repente desapareció del tramo final de los fastos y de manera inmediata se fue para el autobús que trasladó a los jugadores a la plaza del Rey.
Cuando el autobús fue de regreso a Bahía Sur no lo dudó un instante y decidió coger a su mujer, al pequeño Nono y la novia de Sergio Ceballos para trasladarse directamente al hospital donde permaneció hasta la una y media de la mañana, hora en la que al portuense lo metieron en Observación. Enorme el gesto del capi.
Ayer ambos se volvieron a reencontrar en el Restaurante El Naca donde el 99 por ciento de la plantilla pudo disfrutar de una espectacular cena y participó en la tertulia final de Ondaluz y Radio La Isla.