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Sevilla

Contramano: El pacto

Espadas pretende que el grupo que rechace su pacto quede retratado ante los sevillanos. De forma inconsciente, reconoce que recauda más con menos impuestos

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  • Juan Espadas. -

Espadas ha inaugurado el curso político apremiando a los cuatro grupos políticos municipales, además del suyo, a que acepten un acuerdo de mínimos sobre su futuro proyecto de Ordenanzas Fiscales y Presupuestos, para así dejar éstos fuera del debate previo a las elecciones municipales, mantener la inversión pública y que la ciudad siga funcionando.

El alcalde, que aunque habla de que las elecciones no deben condicionar los nueve meses de mandato que le quedan, va a elaborar unos Presupuestos pensando en los comicios de mayo y por eso anuncia bajadas de diversos impuestos como el IBI, la plusvalía y el ICIO, con el fin de presentarse ante los sevillanos como el artífice de una rebaja de la presión fiscal que él mismo estima en un 10% como balance de este cuatrienio en la Casa Grande.

Y ¿cómo es posible plantear una reducción de los impuestos a los contribuyentes? Según el alcalde, porque como el Ayuntamiento recauda más dinero y obtiene más ingresos se puede permitir aflojar la presión fiscal a los votantes a nueve meses de la cita con las urnas.

La exigencia del alcalde parece irrechazable. “¿Quién -ha declarado- va a estar en contra de bajarles los impuestos a los ciudadanos?”. El grupo político que se niegue al pacto fiscal propuesto por Espadas quedaría así retratado ante los sevillanos como contrario a que éstos paguen menos y deberá, según el alcalde, explicarse ante la opinión pública.

Rédito electoral

Una jugada maestra, porque aunque el alcalde diga que su propuesta es políticamente desinteresada, que sólo vela por el interés de los sevillanos para dejar sus necesidades fuera de la campaña electoral y que no quedaría directamente asociada a “la identidad o propiedad de ningún grupo político, incluido el Socialista”, a nadie se le escapa que quien más rédito electoral podría obtener sería él mismo en cuanto padre de la idea.

Curiosamente, el portavoz socialista, Antonio Muñoz, ha tachado posteriormente de “extraña alianza de intereses electorales para tratar de arañar votos de uno y otro lado”  la petición conjunta de Ciudadanos, IU y Participa de un pleno monográfico sobre el estado del arbolado, pero no ha tenido empacho alguno en conminar a continuación a esos mismos grupos a sentarse con el gobierno local para llegar a ese gran acuerdo fiscal para 2019 al que insta el alcalde.

Así pues, según la visión del grupo gobernante, si todos los partidos se reúnen con Espadas y le aceptan su pacto, eso no es electoralismo, pero si tan sólo tres de ellos  acuerdan pedir un debate sobre los árboles que se caen e incluso provocan la muerte de un ciudadano, eso es electoralismo e intento de captar votos.

Otros tiempos

Rebobinemos en el tiempo. Espadas dice ahora que quién va a estar en contra de bajarles  los impuestos a los ciudadanos, pero ese no era el discurso oficial en el primer año de su mandato, cuando entre las medidas fiscales para 2016 aprobó, entre otras, subidas del IAE y del IBI a las grandes empresas con el fin de recaudar 8 millones de euros más y tuvo que hacer juegos de prestidigitación política para congelar los efectos del denominado “catastrazo”. En aquel entonces, el Presupuesto municipal se incrementó del orden del 5,5% y el PP estimó en 33 millones de euros el impacto de la mayor presión fiscal del gobierno socialista.

El argumentario de éste era que las Cuentas respondían a las “urgencias” de la ciudad y que sólo mediante la recaudación de impuestos se podían prestar unos servicios municipales de calidad.

Más hemeroteca. En su primer año, Espadas logró la aprobación de los Presupuestos con el voto a favor de Ciudadanos y de IU. En su segundo año, PP eIU votaron en contra, PSOE y Ciudadanos a favor y Participa se abstuvo. En un hecho sin precedentes, las Cuentas salieron adelante gracias al voto de calidad del alcalde, pero a mitad de marzo, retraso que se arrastró durante todo el ejercicio.

Y el año pasado, el Presupuesto fue aprobado a mitad de febrero, otra vez con el voto favorable de PSOE y Ciudadanos, el negativo de Participa e IU y la abstención del PP a condición, como también la previa de Ciudadanos, de una nueva rebaja en el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), de forma que supusiera un 8% al final del mandato.

Discurso similar

Así pues, debido a su minoría de once concejales, Espadas ha tenido que trabajarse el apoyo o la abstención de diversas fuerzas políticas cada año y su discurso ha sido en líneas generales el mismo que ahora, e incluso mucho más acentuado el año pasado: si no se aprueban las Cuentas, Sevilla se paraliza, se frena la inversión, no se aprovecha la recuperación económica, etcétera, etcétera.

La habilidad del alcalde consiste en trasladar la responsabilidad a los otros: no es el gobierno el que fracasa si no logra convencer a la oposición para forjar acuerdos, sino la oposición la responsable de no plegarse a las exigencias del gobierno.

Este planteamiento equivale a pedir cada año un cheque en blanco a la oposición, so pena de presentarla como la responsable de cuanto no se haga en la ciudad. Espadas abunda en este planteamiento cuando exige que se dejen al margen lo que él califica como “instrumentos básicos de funcionamiento de la ciudad”, las Ordenanzas Fiscales y los Presupuestos. “Los ciudadanos -ha afirmado- no pueden estar al albur del debate político o de las próximas contiendas electorales”.

Democracia

Pero, ¿acaso no son el debate político y las elecciones la esencia de la democracia?, ¿acaso no se plasman en las Cuentas públicas los modelos de ciudad de cada grupo político? El gran debate anual es sobre los dineros -Ordenanzas Fiscales y Presupuestos- porque se supone que en función de la ideología y del proyecto de ciudad que tenga cada partido así propondrán a qué han de asignarse los recursos económicos.

Por tanto, una cosa es que se logren acuerdos presupuestarios tras la confrontación de ideas y de enmiendas y otra muy distinta que se exija directamente que las Cuentas se dejen al margen del escenario político.

Si Espadas ha ido logrando la aprobación de las Cuentas en años anteriores ha sido merced a sus concesiones a Ciudadanos (para su voto favorable) y al PP (para su abstención) en materia tributaria con diversas rebajas o, lo que es lo mismo, ingresando  menos dinero por tasas y tributos.

Ahora el alcalde hace de necesidad virtud y forzado por esas concesiones anteriormente pactadas anuncia unas Ordenanzas Fiscales y Presupuestos para el año electoral, por mucho que trate de desvincularlos de las urnas, con nuevas o mayores reducciones de impuestos. Y, atención, asegura que puede hacerlo porque el Ayuntamiento ha recaudado más dinero.

Inconscientemente, Espadas reconoce, contrariamente a los postulados tradicionales de la izquierda, que una menor presión fiscal ha generado mayores ingresos para las arcas municipales (por una mayor actividad y dinamismo económicos), en línea con las teorías del economista liberal Arthur Betz Laffer (remito a mi artículo en esta misma sección titulado ‘La servilleta de Zoido’).

Y pensar que hace siete años Espadas sostenía frente a su predecesor que la moderación fiscal era incompatible con la necesidad de conseguir ingresos que tenían los ayuntamientos y que esa política equivalía a “la cuadratura del círculo”.

Todos los contribuyentes a los que el alcalde está dispuesto ahora a rebajar la presión fiscal se alegrarán de que por fin él haya logrado cuadrar ese círculo.

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