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Sevilla

Charo, venia concedida

La periodista Charo Padilla, la primera mujer pregonera en la ciudad de Sevilla, ofreció un pregón vivencial y emotivo

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  • El pregón arrancó con la marcha ‘Madre Hiniesta’, de Manuel Marvizón
  • Hubo momentos de ovaciones muy intensas, sonoras, emotivas, tan cariñosas como justas

Arrancó el pregón la primera mujer de la historia que ocupaba ese atril solicitando una venia que, nada más contar desde el micrófono cómo su madre se levantaba de la silla de ruedas para mirar a los ojos a la Macarena, ya estaba concedida por la ciudad que atendía con interés a la voz conocida y particular de una locutora que era más periodista que nunca.

Charo Padilla puso el alma en su trozo de corazón dedicado al proyecto Fraternitas y habló de esa Semana Santa que no se encuentra en los barrios más ricos, en las cofradías más nutridas.

Sevilla esperaba exactamente lo que sucedió en las tablas del Teatro Maestranza, que Padilla se echara a la calle, que cogiera a la ciudad de la mano y le hablara de tú. La pregonera anunció la venida de un tiempo profundo y fresco a la vez, relevante, esencial y popular. De la gente, de toda la gente. De la calle y de las casas, de la infancia y de la madurez, de los templos y de los hogares. Estuvo presente la radio, la forma de ser y comunicar de una pregonera que nunca le soltó la mano a la espera y a la Esperanza. Dijo su pregón tal y como lo había escrito y sentido, sin más aditivos que el corazón dentro de aquellas pastas sujetas por las manos de una mujer no sólo cofrade, sino esposa y madre de cofrades.

Hubo momentos de ovaciones muy intensas, sonoras, emotivas, tan cariñosas como justas. Sevilla le abrió los brazos a una persona que lleva abriendo los suyos muchos años para abarcar las emociones de esta tierra y entregarlas por el aire que Canal Sur Radio entrega en miles de hogares y de corazones.

El racheo del Gran Poder

Desde que arrancó a sonar Madre Hiniesta y hasta el final del pregón de Charo Padilla, la ciudad cofrade tendió su mano a la persona responsable de anunciar la venida de los días que explican la manera de ser y de sentir de un pueblo que la pregonera conoce bien. En el atril se transmitió a la perfección la relación diaria que Charo Padilla mantiene con las esencias, con los latidos del corazón de Sevilla y de sus Hermandades.

Cuando sonó en el teatro el racheo de los costaleros del paso del Señor, el silencio en el Maestranza fue profundo, tan intenso como emotivo y novedoso.

Durante el pregón estuvo muy presente en el aire de Sevilla el lenguaje fértil del pueblo, los sentimientos de una mujer que desgranaba minuto a minuto cada vivencia, cada sol de una vida iluminada por la relación con Dios según Charo Padilla. La pregonera no dudó a la hora de mostrar su visión del mundo -terreno y glorioso- y dándole a Sevilla el sitio vital que explica su fe, exportó de dentro hacia el micrófono -otra vez el micrófono- su manera de sentir, de vivir la Semana Santa, de quererla y de cuidarla, de cultivar su semilla profesional y personal.

“Su” Cerro del Águila

Era esperado y sucedió lo que tenía que ocurrir. La pregonera le dio la mano a su amiga Angustias -en el cielo- y hablaron de la Virgen de los Dolores hasta hacer llorar a los presentes. Momento éste de altísima emoción por lo mucho que une personal y profesionalmente a la pregonera con la citada Hermandad y con el barrio entero.

Hubo acompañamiento musical cuando Charo Padilla afrontó el momento macareno de contarle al mundo qué se siente, cómo se transmite lo que una periodista vive cuando le toca ubicarse en la delantera del palio de la Esperanza.

Y al final... el piano

Seguramente en la guinda estaba el trozo más rico del menú del pregón de Charo Padilla. Y es que cuando arrancó a sonar el piano, la pregonera confesó que jamás podría firmar ese reportaje que todo periodista sueña, la autoría de la imagen de la Esperanza Macarena.

Contó desde el atril que los ángeles de las distintas cofradías de Sevilla se negaban a confesarle la autoría de la Esperanza, que no podían decirle quién había hecho a la Macarena, qué manos habían modelado tanta belleza sublime. Final apoteósico, emotivo, cargado de sentimiento macareno y sevillano. Padilla lo había dejado todo en el atril, en el teatro, en el corazón de la Sevilla cofrade que ya tiene el anuncio, esta vez en la voz de una mujer, en el paladar y en el corazón.

La ciudad ya tiene al anuncio. Ha llegado desde el corazón de una mujer, periodista y cofrade a la que Sevilla le ha concedido la venia. Ahora, que llegue el Viernes de Dolores.

 

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