Las nuevas medidas económicas aprobadas por el Gobierno este viernes han sumido en el más absoluto desconcierto a los empresarios. Y al principal partido de la oposición que, de acuerdo a la responsabilidad, está apoyando sistemáticamente a un Gabinete incapaz de mantenerse firme ante las exigencias de Unidas Podemos. Prohibir los despidos mientras dure el confinamiento deja poco margen a los empresarios para salvar los muebles; establecer ahora otras condiciones para los ERTE genera inseguridad jurídica. ¿Apoya el PP esto?
Todo mientras el propio Pedro Sánchez apuesta por un endurecimiento del encierro, pero rechaza, de manera contradictoria, el parón total, tal y como propusieron los presidentes de la Región de Murcia y Andalucía. Cunde irremediablemente la impresión de que el Gobierno de España naufraga. Incapaz de hacerse con la situación, duda, hace guiños a izquierda y derecha, traiciona a unos y a otros, cede.
Y falla. El lamentable episodio de los test adquiridos a una empresa china sin licencia merece dimisiones. Y no vale decir que no es el momento adecuado. Claro que lo es. Quien comete errores ahora, ¿qué no hará cuando las cosas se pongan feas de verdad?
Entre oferta cultural gratuita online, atracones de series en streaming y aplausos, deberíamos atender a las noticias que llegan de Italia. Se producen los primeros saqueos y llamadas a la rebelión. En unos días, se abrirá una brecha terrible entre españoles que cobrarán sus nóminas y quienes no lo harán. En la provincia ya hay 20.000 afectados por ERTE que no necesariamente van a percibir una prestación porque la autoridad laboral no los aprueba automáticamente, como es lógico. De hecho, el Gobierno los revisa uno a uno cada solicitud, ha advertido, con total rigurosidad. Pero, además, las prestaciones no se van a cobrar el día 1.
El colapso económico parece inevitable. En el sur de Italia, contaba ayer por la tarde el corresponsal de ABC, se escucha que “la gente tiene hambre”. Todo marcha muy deprisa. Y solo falta una chispa. El Gobierno no hace siquiera pedagogía. Parece inevitable asumir que el confinamiento puede alargarse más allá del día 11 y, en cualquier caso, no recuperaremos la libertad de movimiento de golpe. Sin libertad de circulación, no habrá tampoco reactivación de la actividad. Y cuando la haya, no necesariamente será a escala global porque la evolución de la pandemia lleva diferentes velocidades según los territorios. O sea, podrá ir a trabajar a un kilómetro de su hogar, pero no embarcarse en un crucero por los fiordos noruegos en cuanto se decrete el fin del estado de alarma.
Cuanto antes asumamos que esto es mucho más complicado de lo que admitimos, mejor. Cuanto antes participemos del debate crítico sobre la manera de afrontar el futuro inmediato, mejor. Porque si permanecemos ajenos, quizá nos topemos con los monstruos que engendran alimentados por el miedo y la incertidumbre. De la última crisis, surgió un populismo terrible. Con el incremento de paro súbito y las dificultades para vivir, ¿qué nos espera?