Las perspectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) para la economía española son desoladoras. Nuestro país sufrirá más duramente las consecuencias de la crisis económica provocada por la pandemia que cualquier otra de las potencias desarrolladas. La caída de la demanda, motivada por el encierro, la caída de las rentas y los problemas de suministro están detrás del deterioro, según el organismo.
Pero existen, además, problemas estructurales que explican nuestra extrema debilidad ante la nueva realidad. Los detallan Charles Powell, Ignacio Molina y José Pablo Martínez en el muy recomendable informe España y la crisis del coronavirus: Una reflexión estratégica en contexto europeo e internacional, publicado por el Real Instituto Elcano.
En primer lugar, apuntan la importancia tradicional del turismo en España, que reporta el 15% del PIB, frente al 8,5% de Francia o el 9% de Alemania, y emplea, junto al comercio y la hostelería, al 25% de la población. Estos sectores han sido golpeados con fuerza por el encierro y serán los que más tarden en recuperarse dadas las restricciones y el temor a rebrotes. También advierten de la “fragilidad general del mercado laboral” por la elevada temporalidad (26,8%) y parcialidad. De manera que es inevitable un fuerte incremento del desempleo, dadas, además, “las escasas capacidades tecnológicas que dificultan una salida rápida de la crisis económica sobre la base de la competitividad en actividades de alto valor añadido”.
En cuarto lugar, subrayan que, a nivel industrial, España apenas cuenta con centros de decisión de grandes multinacionales y está especializada en sectores vulnerables hoy como la automoción.
Por otra parte, los autores del informe remarcan que el sector agrario goza de buena salud pero depende de 80.000 trabadores inmigrantes que no han podido incorporarse, y alertan de las carencias significativas en la digitalización de los hogares: en cuatro de cada diez con ingresos mensuales menores a 900 euros no hay ordenador.
Finalmente, señalan la elevadísima deuda pública que limita el margen fiscal disponible para impulsar medidas de estímulo.
Pero también incluyen como colofón una reflexión sobre el clima político. Al respecto, consideran una amenaza para la recuperación la elevada polarización y la baja confianza de la ciudadanía hacia las instituciones y los actores políticos. Por eso el acuerdo alcanzado esta semana entre PP, PSOE, Podemos, Cs y PNV ha sido tan celebrado por la élite económica y mediática. Pero no pinta bien. Ni tan siquiera si finalmente salen adelante los presupuestos. Porque aún quedan por delante pruebas duras como la letra pequeña del acuerdo de los fondos europeos de rescate o la posibilidad de una nueva ola de contagios que traerán nuevos desencuentros. ¿Quién quiere rebajar la crispación? Realmente, nadie. Se miran de reojo y mantienen caldeado el ambiente por medido interés electoral. Conviene tensión. Si no, ¿por qué se iban a prestar Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban al lamentable teatrillo de hace unos días?