La acusada de asesinar a Natalia P., la pastelera de El Ejido (Almería) cuyo cuerpo sin vida y con evidentes signos de violencia apareció en septiembre de 2014 en el interior del establecimiento que ella misma regentaba, ha asegurado este lunes ante el tribunal de jurado que ella no presenció el crimen y que, incluso, no tuvo conocimiento de la muerte de la víctima hasta que fue detenida en abril de 2019 en Lituania, a donde se marchó acompañada de su supuesto cómplice el mismo día de los hechos.
Así lo ha trasladado durante su declaración en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial en el primer juicio con jurado que se celebra desde el inicio de la pandemia de covid-19, por lo que la sala ha sido equipada con pantallas de separación entre todos los miembros del jurado, al tiempo que se han aumentado las distancias de seguridad entre el resto de intervinientes en la sala, a los que también se obliga a llevar mascarilla.
Según la versión de la acusada, que ha mostrado un aspecto distinto al que tenía durante su detención, el día de los hechos ella habría acudido a la pastelería acompañada de Viktoras K., quien murió antes de ser detenido y quien, conforme su relato, habría sido autor material del crimen de la pastelera.
Loreta V., para la que la Fiscalía pide 22 años y medio de prisión y la acusación particular ejercida por la hija de la víctima otros 24 años, ha apuntado que aunque estuvo en el local, lo abandonó en el momento en el que se inició una discusión en la trastienda del establecimiento y se refugió en el coche aparcado en las inmediaciones hasta la llegada de Viktoras K., con el que puso inmediato rumbo a Lituania por deseo expreso de él.
"Yo estaba en el coche en estado de shock y fue Viktoras, cuando se metió enfadado y agresivo --en el coche--, quien decidió irse", ha explicado la acusada, quien ha reconocido que para salir de la pastelería tuvo que usar la llave con la que se había cerrado la puerta de acceso a la tienda. "Cuando entramos al almacén a lo mejor él cerró la puerta", ha indicado tras aclarar que en ocasiones la víctima echaba la llave para elaborar pasteles en la parte de atrás del negocio.
En cualquier caso, ha negado que ella subiera el volumen de la música cuando la víctima se introdujo en la trastienda con ellos dos, al tiempo que ha asegurado que acudieron a la pastelería para "echar el rato" y para que le prepararan "un termo de café". Esa misma mañana ya habían pasado una cafetería de un centro comercial, donde también compraron comida, según su versión.
Con esto, la acusada ha asegurado que "no tenía previsto irse a Lituania" el día de los hechos puesto que estaba a la espera de conseguir un nuevo empleo, aunque desde hacía dos semanas vivía en su vehículo porque se le había finalizado el contrato de alquiler de un piso en Almerimar y se había quedado sin trabajo.
Su declaración contrasta con la acusación de la Fiscalía, que sostiene que tanto ella como su acompañante golpearon supuestamente en varias ocasiones en la cabeza a la víctima con un cenicero para, antes de abandonar el lugar del crimen poco después de las 19,00 horas del 13 de septiembre de 2014, apoderarse de un ordenador, un móvil, unos pendientes dorados y dos juegos de llaves, todo tasado en 464 euros, así como un cantidad indeterminada de dinero de la caja registradora.
Aunque la acusada ha reconocido que prestó unos 650 euros a la víctima para el alquiler de un local, ha desligado dicho préstamo a su intención de iniciar un negocio con ella así como a cualquier tipo de desavencia posterior en relación a esta deuda. No obstante, la investigación policial apunta que el móvil del crimen fue "económico" y tendría su origen en la intención de la pastelera de no devolver el dinero ni emplearlo para montar una nueva empresa.
Preguntada sobre por qué no reclamó dicho dinero años después de haberse marchado precipitadamente a Lituania, Loreta V. ha señalado que siempre pensó que recuperaría el dinero, pero nunca contactó con la víctima porque había "roto su teléfono" y había "perdido los contactos". Así, según ha asegurado, nunca consiguió establecer comunicación de ningún otro modo.
UNA POSIBLE VENGANZA
Frente al presunto móvil económico, la acusada ha incidido a preguntas de su defensa, que pide la libre absolución para ella, en que Viktoras "siempre tenía en mente" que su hermano se encontraba en prisión a causa de una denuncia de malos tratos interpuesta por Natalia, lo que habría dado lugar a su identificación ante una requisitoria internacional para cumplir condena en su país de origen.
"Siempre se acordaba de eso, de que su hermano estaba en prisión", ha afirmado la acusada, quien fue compañera sentimental del fallecido y quien también, según ha indicado, habría sufrido agresiones por parte de él. Dicha denuncia por parte de la pastelera, según ha precisado, se habría interpuesto en el verano de 2012, esto es, dos años antes del crimen.
La acusada pasó unos cinco años en su país natal, en casas de amigos y de familiares, antes de ser detenida por el supuesto asesinato. No obstante, pocas horas después de que fuera encontrado el cadáver de la víctima, su fotografía y la de su acompañante fueron difundidas al ser identificados como principales sospechosos del asesinato, aunque para entonces ya había abandonado el país.
La Fiscalía atribuye a la acusada la presunta comisión de un delito de asesinato con alevosía por el que interesa 18 años de cárcel y otro delito de robo con violencia en casa habitada por el que le pide cuatro años y seis meses de cárcel.
Al margen de la pena privativa de libertad, solicita que se le prohíba residir en El Ejido por un periodo de 25 años, mismo plazo de tiempo de alejamiento tanto de la hija de la víctima, como de su nieta y en concepto de responsabilidad civil fija la indemnización por daños morales en un total de 140.000 euros. El juicio continúa este martes las 9,30 horas en la Audiencia de Almería.