En el pabellón deportivo de la Facultad de Empresariales, las pelotas de baloncesto y de fútbol de los campeonatos universitarios han cedido el testigo a los termómetros, jeringas, algodones y enfermeros que vacunarán durante los próximos meses a los sevillanos. La Universidad de Sevilla ha cedido sus instalaciones al SAS para que pueda usarlas en este momento crítico de lucha contra la pandemia. La de Empresariales no será la única, aunque sí ha sido la más estratégica por estar situada en un nodo de intercambio de transporte (cercanías, Tussam y tranvía). Ya está reservado el pabellón deportivo de Los Bermejales, que dobla en espacio al de Viapol, para cuando el SAS reciba más vacunas y pueda incrementar el ritmo.
Carolina Marín, “como la del bádminton, pero sin ganar nada”, de 47 años, es trabajadora de ayuda a domicilio. Ha seguido trabajando este año tomando todas las precauciones del mundo. Tantas que no se ha contagiado pese a trabajar en una casa donde enfermaron hasta siete de sus miembros. “Estoy orgullosa de ponerme la vacuna. Esto es el principio del fin”, le ha espetado a la enfermera, a la que ha ofrecido el brazo descubierto con ansias por recibir la primera de las dos dosis de Astrazéneca (la segunda se administrará pasadas entre 10 y 12 semanas de la primera). Es la que se ha elegido para los trabajadores de ayuda a domicilio de menos de 55 años. A los empleados de más de 55 años y a los mayores de 80 se les pondrá la de Pfizer. Son los dos grupos que se están vacunando en la Universidad de Sevilla.
En el pabellón deportivo de Empresarial se atenderá a una media de 1.000 personas al día, aunque “queremos aumentar hasta donde podamos”, señala Jaime Lobato, responsable de logística del Distrito Sanitario Sevilla. Se espera alcanzar las 2.000 dosis diarias administradas. Desde las nueve de la mañana y hasta las siete de la tarde, con una pausa para comer, de lunes a jueves, y de ocho a tres los viernes, el personal del SAS desplazado hasta Viapol atiende a un goteo continuo de personas. Para entrar, es imprescindible tomarse primero la temperatura. A continuación, y por grupos, los que se van a vacunar tienen que ver un vídeo explicativo. En él se les cuenta qué tipo de vacunan van a recibir, cuándo será la segunda dosis, las reacciones adversas que pueden darse… Con esta información, y con un papel en el que se les indica la fila en la que situarse, los usuarios pasan al siguiente espacio acotado, el de las mesas donde son vacunados. “Se sientan con muchas ganas”, reconoce Cloti Velázquez, enfermera del ambulatorio de San Pablo con 20 años de experiencia.
En poco más de un minuto, los ya vacunados pasan al tercero de los espacios reservados, en donde deben esperar un cuarto de hora con el fin de poder controlar reacciones rápidas a la vacuna. Este jueves se ha producido una: una bajada de tensión. Hay tantos nervios y tanta información que los sanitarios reconocen que muchas de las reacciones tienen más que ver con la sugestión que con la propia vacuna.
“Ahora estoy más nerviosa que cuando me la he puesto”, afirma Carolina Marín ya con el algodón y la tirita asomando en su brazo. Lidia Ponce, de 41 años y también trabajadora de ayuda a domicilio, deja entrever una sonrisa entre la mascarilla cuando se le pregunta cómo se siente tras recibir la primera dosis. “Ya era hora. Hemos sido las grandes olvidadas”, afirma. María Ángeles Pedrote, de 49 años y con 30 a sus espaldas de trabajo en el ámbito de los cuidados, es asmática. “No he sentido nada”, señala mientras escribe un mensaje a un familiar anunciándole que vuelve a casa ya con la certeza de que queda menos para recuperar parte de la normalidad.
Al final del pabellón y en una esquina, Sergio Augusto Cámara, de 42 años y de origen brasileño, se aprieta el algodón que tapa la primera muesca de la victoria contra el virus. “Ha ido todo muy bien, todos han sido muy amable”, agradece en voz alta, consciente de que en su país la pandemia anda desbocada desde hace meses. “Esto es una pandemia mundial y todo ha sido lento, pero hemos tenido asistencia. Hemos estado protegidos”, afirma en relación a su trabajo como cuidador de una persona dependiente.
Jaime Lobato tiene dos teléfonos encima de la mesa. No paran de sonar. El dispositivo montado en el pabellón deportivo de Empresariales es una prueba de ensayo/error. Se va a ajustando cada día, a cada momento, hasta lograr encontrar el modelo perfecto. El esfuerzo es grande. Todos los días llegarán hasta esta instalación universitaria, al menos, una media de 1.000 dosis procedentes del almacén que el Distrito Sanitario Sevilla tiene en el Hospital Militar, donde un sistema de monitorización avanzada mantiene las dosis entre los dos y los ochos grados. Las vacunas llegan ya a Empresariales descongeladas y se reconstituyen con suero fisiológico.
Sobre los efectos secundarios, Lobato explica que estos suelen ser más fuertes a partir de la segunda dosis: escalofríos, febrícula y dolores musculares, sobre todo. La semana que viene se incorporarán alumnos voluntarios de Medicina y Enfermería para tareas de apoyo de vigilancia e información, señala la delegada del rector para Asuntos Sanitarios de la Hispalense, Rafaela Caballero.
El siguiente reto que tendrá que afrontar el proceso de vacunación es el de hacerlo a domicilio, porque una vez reconstituida la vacuna (que tiene para cinco dosis), hay un máximo de seis horas en el que tiene que ser usada en su integridad.