Mientras unos desparraman muerte y destrucción en los montes andaluces, como lo sucedido recientemente en Sierra Bermeja (Málaga), con diez mil hectáreas de Parque Natural arrasadas por las llamas y un bombero muerto..., otros -sin tanta atención mediática- van sembrando de verde: cunetas, montes y caminos de Andalucía. Es el caso de este hombre, Felipe Marín. Nació en Gerena (Sevilla) hace 46 años. Es padre de dos hijos y perito agrícola de profesión. Desempeña su labor como técnico de calidad, vigilando las distancias entre los árboles y las líneas de alta tensión. Aquellos árboles que están a punto de tocar los tendidos eléctricos, Felipe los poda con el fin de evitar incendios.
“Yo soy consciente de la importancia de mi trabajo. Sé que sale más económico podar un árbol que no cambiar una torreta de alta tensión. Por eso por cada árbol que “he matado” (es un decir...), tenía que sembrar diez árboles más. ¡Y no es que yo haya matado muchos árboles! (se ríe...)”. Felipe ha talado: palmeras, eucaliptos, moreros, árboles no protegidos, que no se podían controlar con la poda.
No es cuestión de remordimientos, sino de coherencia lo que ha llevado a este hombre a emprender un activismo en los últimos tres años de su vida en los que ha movilizado a todos sus vecinos de Gerena para hacer crecer árboles en tiestos reciclados y regalarlos allá donde se los pidan.
“Actualmente me piden árboles, dice Felipe, de diferentes localidades, e incluso de Extremadura. Pero yo no mando árboles por mensajería. Hay que reducir la huella de Carbono. Prefiero regalarlos en mi entorno, o animar a que siembren semillas y hagan crecer los árboles “bebé” para luego sembrarlos en el campo”. Felipe aprovecha sus fines de semana para sembrar solo o en compañía de amigos y familiares. Hoy ha salido a mirar qué ha ocurrido con las bellotas y almendras que sembró en los aledaños de la carretera de la ermita.
El tiempo dirá si es o no un buen sitio para sembrarlos, dice con sincera humildad, mientras repasa en su página de Facebook (Gerena Arbolada) a modo de diario, si son varios centenares los pequeños almendros, alcornoques y encinas los que se están abriendo paso a la vida. Más de 300 personas siguen con atención sus pensamientos, consejos y su activismo contagioso. El ingeniero siembra también así, a través de las redes sociales, esperanza para los montes de Andalucía.
La Naturaleza tiene sus equilibrios y el hombre no debe alterarlos, insiste, no debemos de sembrar árboles de otros lugares en nuestro medio natural. “No soy legalista, yo soy un aficionado a sembrar árboles y soy perito agrícola…, No, no hay ninguna ley que prohíba esparcir semillas autóctonas; no hay ninguna ley que prohíba poner un protector de alambre o tela metálica a un acebuche que hay en un camino. Yo llego, lo pongo…, si alguien puede molestarle me lo puede decir en ese momento. Yo pienso que no estoy haciendo nada malo”.
La huerta bosque de Felipe
Paseando por el campo, Felipe encuentra verdaderos tesoros. Los tiestos que abandonan los agricultores que sembraron olivos, la tierra en bolsas ricas en nitratos que los cultivadores de marihuana abandonan en los campos… Hasta en la basura logra hacerse, Felipe, con esa alambrada que servirá para proteger de las cabras a los acebuches. “Así podrán vivir en armonía y el ser humano en conexión con la tierra”, enfatiza este ferviente lector del japonés defensor de la tierra, Masanobu Fukuoka (1913-2008).
Fue la lectura de su libro La revolución de una brizna de paja: una introducción a la agricultura natural (ISBN: 978-84-615-1956-9) la que inspiró a Marín a poner en marcha su huerta bosque. Un espacio de cultivo de verduras y árboles en perfecta armonía con los tiempos de la naturaleza. En él participan muchos de sus vecinos. Angelita, Amparo, Polo..., hacen de “madrinas y padrinos” de las semillas que logran germinar en casas particulares y que cuando tienen un año de edad, Felipe, recoge para regalarlas allí donde se las piden.
Con las últimas horas del día, Felipe Marín ha plantado un acebuche que Angelita, su vecina, le ha dicho que quiere cuidar . Un bosque está naciendo con muchas manos gracias a este buen hombre y gracias a Amparo, que se llevó la palmera que le regaló Isabel. Y gracias también a Polo, Antonio, Juan y Paco que tiene en su casa dos almendros y una nuez germinando en un cartón de leche. Y gracias a Rafaela que combate el cambio climático con un nogal, una acacia y una encina. ¡Y como no!…, gracias a Claudia que a sus ocho años disfruta sembrando de bellotas en el campo los fines de semana…
La naturaleza es paciente. Es tenaz y tiene muchos años por delante y a Felipe como amigo, y el mejor de sus huéspedes.