Hace 58 años. La simple lectura u ojeo del libro ‘Más allá del Plus Ultra’ me ha permitido rememorar un singular e insólito accidente de aviación ocurrido en la provincia de Huelva. Sí, y curiosamente en plena romería del Rocío. La noticia me llegaba a la redacción de los Servicios Informativos de Radio Nacional de España en Huelva la tarde del 27 de mayo de 1966. Ese día leo en este libro publicado por la editorial Niebla y del que es autor Enrique Nielsen, y lo recuerdo perfectamente, que a través de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva me confirman que seis cazas franceses modelo Mystere IV, pertenecientes al 8º escuadrón y dedicados a la formación de pilotos, salían de su base de Cazaux, cerca de Burdeos, en dirección al aeropuerto de Sevilla como vuelo final de entrenamiento. “Los aparatos -sigo leyendo y recordando- eran pilotados por tres profesores y tres alumnos. Esta navegación aparentemente fácil entre las dos ciudades se convirtió en una pesadilla a raíz de una cadena de circunstancias que condujeron al escuadrón a un callejón sin salida”.
Ese día viví uno de los hechos más singulares e insólitos de mi actividad profesional en la emisora de radio pública decana de España, allí, desde mi atalaya de Gran Vía número 1, en los altos de la cafetería Pelayo y pared con pared con el Gobierno Civil de la Provincia. ¡Qué tiempos aquellos y qué momentos en los que mi primer contacto con los servicios centrales en Madrid fueron para ampliar la información que había facilitado en crónica-avance de 3 minutos! Sí, y pare usted de contar, porque los minutos y horas siguientes fueron algo así como una pesadilla, sobre todo desde el momento en que de forma intermitente se fue confirmando que “uno de los aparatos cayó en la finca Media Lengua, cerca de Cardeñas, a seis kilómetros de Huelva. Otros dos impactaron cerca de las localidades de Villablanca y de Lepe, aunque este último es posible que impactara en el mar, ya que no localizaron restos en tierra. Un cuarto avión lo hizo entre Niebla y San Juan del Puerto y los dos restantes en las marismas de Almonte cerca de El Rocío”.
En un principio las autoridades francesas quisieron achacar el accidente a unas inexistentes deficiencias del control aéreo español, por lo que se produjo un cierto revuelo internacional. Los seis pilotos fueron conducidos a Huelva, donde les atendió el cónsul francés en la ciudad. Por la noche dos helicóptero procedentes de la base norteamericana de Morón aterrizaron en el campo municipal de fútbol para recoger a los pilotos galos y trasladarlos a Sevilla, donde fueron hospedados en un hotel. Mi intervención en Radio Nacional de España en Huelva y la de otros compañeros de gratísimo recuerdo, como los hermanos Bonachera Pombo, Manuel Zamorano Negri, Nicasio Fernández Cumbreras, José García Galván y otros de medios técnicos, que no terminaban de salir de su asombro, fuimos relevados ya que Madrid monopolizó y centralizó todo el operativo a partir de ese momento. A nivel provincial nos tuvimos que conformar con el discurrir del Rocío y el impacto del acontecimiento, y a partir de esos momentos, todos pendientes de Madrid y del diario Odiel, y edición de ABC de Sevilla para Huelva, de la que yo era corresponsal.
Al hilo del panorama tan insólito y leyendo el libro del señor Nielsen, genéricamente titulado ‘Más allá del Plus Ultra’, solo me resta recordar que este accidente se encuentra en una acumulación de factores técnicos y humanos que hicieron que los seis aviones se perdieran y se estrellaran posteriormente. Este hecho supone que tengamos posiblemente el récord de pilotos eyectados en la Península Ibérica en un breve espacio de tiempo: algo así como 58 años. El hecho arranca en el momento en el que los reactores ya habían consumido la casi totalidad del combustible y sobrevolaban la provincia de Huelva, un territorio -ironías aparte- exento de aeropuerto alguno y que nos permitiría sacar de cajones y armarios, ante un panorama tan descorazonador y desconcertante como son las infraestructuras viarias, cuyo déficit ya se notó en el ante todo insólito accidente que rememoro.
El autor del libro subraya que, “ante la gravedad de la situación y no existiendo la posibilidad de aterrizar, el líder del escuadrón ordenó al resto de pilotos que se prepararan para eyectarse, indicándoles que procurasen que el aparato se estrellara en zonas despobladas -y El Rocío, ¿qué?- donde no causaran bajas humanas. Los pilotos obedecieron las órdenes y por fortuna ninguno de ellos sufrió daño alguno tras aterrizar por medio de su paracaídas y demostrando que, gracias a su pericia -ironías aparte-, ¿para qué les hacía falta el aeropuerto? Sí, lean y sigamos pendientes de Madrid y cuidadito con pasarse de la raya, y no se nos ocurra seguir clamando por ese AVE que ya no sabemos si volará (¿) algún día. Mientras, Huelva, ¿qué? Eso…