La primavera llega intensa a Andalucía. Al ciclo de ferias que se inaugura este fin de semana con una de las más grandes, Rota -jé-, le sigue Sevilla, que no está mal según para quien, para, a continuación, la definitiva, Jerez y su paseo y sus luces y sus caballos y sus excelentes vinos; Sanlúcar a continuación, manzanilla y capitalidad. Rocío dos semanas después. Y, entretanto, campaña electoral para una Andalucía en fiestas, embutidas ellas en esos trajes de flamenca que para el cuerpo de la mujer representan la estética definitiva, el balanceo riguroso entre la sensualidad y el deseo, esas curvas aguitarradas donde uno se acunaría por siempre jamás. No hay mujer más bella en el mundo que la flamenca en flor, ni patrón de corte que mejor caiga a la feminidad. Así, con ese talante, con esta tierra ansiosa de volver a pisotear tablados y juntarse sin mascarillas ni miedos, se inaugura una campaña para celebrar elecciones en cincuenta días y, con la moneda al aire, la suerte estará echada para si cara, cruz o canto.
Pesa más la marca gobierno que la de partido para el PP y pesa más la fuerza del liderazgo de Moreno Bonilla que la del vuelo de la gaviota azulada, por esta razón se sitúa en los cuarenta y muchos diputados que le otorgan unas encuetas que salen y saldrán como setas tras las primeras lluvias -este mismo fin de semana dos, algunas con escasa consistencia al ser paneles y no consultas por segmentos poblacionales-. El mundo ideal para el PP de Bonilla sería aquel que le permitiera engullir a Ciudadanos e integrales en sus listas, aprovechar así los restos por provincias y aupados en la marca gobierno alcanzar -entre ambos- la cincuentena de diputados. Eso, previsiblemente, no pasará porque a Cs le gustas más la palabra fusión que la de ser devorados, aún a sabiendas que se enfrenta a unos comicios en los que con suerte puede sacar tres diputados -Sevilla, Málaga y, tal vez, Granada-, dos, pero también ninguno y si fuera así tendrían que colgar el cartel en todas sus sedes de cerrado por fin de existencias. Esta es la diatriba para la formación naranja y para Juan Marín, que busca la piedra filosofal que le permita convencer al menos a uno de cada cuatro que le votaron en las anteriores elecciones, intentar expresar que este PP electoralmente exitoso es la producto de su acuerdo y que otro PP saldría del matrimonio con Vox. Nada tan grave ha hecho Cs para el castigo que, en principio, le aguarda, solo la candidez de dejarse engullir poquito a poco por su socio, al que no hay que criticarle nada porque el PP ha hecho exactamente lo que debía. Esto es política y se debe llegar aprendido.
En sus cuentas, Moreno Bonilla tiene claro que llegado el momento pactará con la formación de la recién nombrada candidata Macarena Olona, que irá por Granada. Y que le dará cuatro o cinco consejerías, tal vez incluso mayor peso en Canal Sur al ser la RTVA una obsesión de Vox y, quién sabe, si algún viejo conocido por aquellos pasillos como el defenestrado por el PP Álvaro Zancajo -al que trajo de Madrid vía Pablo Montesinos y que tuvo que despedir por los enfrentamientos internos-, muy cercano a Olana, no esté esperando el momento del retorno y poder sacarse así una espina clavada para disgusto de muchos, entre otros del actual director del ente Juan de Dios Mellado.
Ni Vox es Cs ni Olona Marín, por tanto en esta moneda al aire la cara la pone el PP y, de momento, el canto es para Cs, que se lo juega al todo o nada en una campaña a la que un porcentaje importante de votantes llega sin tener decidido su voto, en algunos casos decisión que se toma la última semana, incluso de camino a la urna electoral y a esos son a los que deben dirigirse formaciones cuya base ideológica no es sólida. Por ejemplo a Vox le preocupa mucho la fidelización de su votante, que proviene, sobre todo, del disgusto, del hartazgo de una clase política propensa al incumplimiento y, por qué no decirlo, al falserío. Esa es la cuna de voto que impulsa a Vox, que llega a esta fase con una veintena de diputados previstos y en algunas provincias, como Cádiz, rozando el cuarto; a partir de ahí lo previsible es que Olona altere el escenario para que su efecto propulse a la formación hacia arriba y logren subir algunos diputados más, lo que sería de vértigo cara al posible acuerdo con el PP y a las próximas sesiones plenarias.
Juan Espadas se enfrenta a unas elecciones que no serán tan suyas como las siguientes, si bien un resultado mediocre tiznaría su efecto y mediocre es no mejorar lo último que lograra su ahora televisiva antecesora. Se ha intentado rodear de un grupo parlamentario de confianza y por ello históricos como Mario Jiménez en Huelva o Jiménez Barrios en Cádiz no irán en las listas, lo que realmente representa el fin definitivo de una etapa porque aunque permanezcan en un segundo plano en el plano orgánico eso viene a ser como pasear por la antesala del adiós. Ángeles Férriz -Jaén-, María Márquez -Huelva- o Rafael Márquez -Cádiz- son un ejemplo de su núcleo cercano y de confianza, tanto parlamentaria como en unas provincias donde aún hay mucho por arreglar debido a la tibieza con la que ha empezado su mandato en un partido donde se acumulan más colmillos por metro cuadrado que en las charcas del Serengueti cuando aprieta el calor y hay sed. Y donde a los tibios, por norma, se los meriendan.
Lo normal es que la campaña beneficie a Espadas y que la traca en Vox active a un electorado adormilado, con lo cual supere con cierta holgura esa treintena de diputados que le de cierta estabilidad y le posibilite margen de crecimiento cara a dentro de cuatro años, donde tendrá más solidez personal, política, trayectoria y un mayor conocimiento; quien sabe si para entonces el desconcierto reinante a su izquierda entre Unidas P y Adelante Andalucía se haya solucionado -la previsible marcha de Teresa Rodríguez, a quien espera, tal vez, un jubilado Kichi- de manera que la izquierda se recomponga y ofrezca unas posibilidades de suma que hoy no se dan.
En estas ha comenzando la campaña, con el ruido de fondo por los presuntos maletines en un contrato durante la pandemia que no se dio y aireado por un grupo de comunicación que, tal vez, solo tal vez, responda así a cómo el señalado actuó no frenando la trayectoria que ha cogido la pieza separada en el juzgado en la trama de ayudas a ciertos medios en la época de los Eres. Solo tal vez, igual no... Y hoy no queda espacio para el PSOE de Cádiz, fuente inagotable para condimentar cualquier ensalada política que se precie de ser gustosa.
Volantes y platillos, por tanto. Que suene ya esta Andalucía que coge de su negro cielo esa luna blanca para vestirse engalanada de lunares y, ohh, que bella resulta.