Este personaje político, que ha vivido sólo y exclusivamente de la política (de la mala) toda la vida, peca de insensatez nada más abrir la boca.
Recuerdo como si fuese ayer mi primer día en la Facultad de Derecho, y ya ha llovido mucho en el panorama político desde ese día. La honestidad como base de nuestras vidas, como cualidad humana que debe practicarse en nuestras tareas más livianas. Una asignatura que tendremos suspensa hasta que podamos hacer una reflexión profunda y ardua de nosotros mismos en el momento que consideremos que tenemos una gran experiencia en nuestra vida. Así nos enseñaba con gran acierto, el Decano de la Facultad en mi primer día de clase. Y es que es difícil pensar que políticos de la talla de Silvia Gómez puedan aprobar alguna vez en su vida la asignatura de la honestidad.
Llevo desde los 14 años trabajando en política, la política que yo considero que hay que hacer, la política de la gente de a pie, la de recorrerse los barrios y charlar mirando a la cara y lo hago porque me gusta y porque lo siento. Y es cierto que con mis 20 años estoy carente de muchas cosas, de tantas como ganas le pongo por suplir lo que me falta.
Pero este personaje político, que ha vivido sólo y exclusivamente de la política (de la mala) toda la vida, peca de insensatez nada más abrir la boca. Porque fue ella la que trabajó codo con codo con un prevaricador y la que dejó mucho que desear en sus años de gobierno.
Teniendo legitimidad, carece del derecho moral de exigir iniciativas que ella nunca ha cumplido, pierde toda la credibilidad cuando su partido intenta aportar algo elogiable, porque fueron ellos los que nos dejaron a los jóvenes sin viviendas de VPO durante tanto tiempo, los que obligaron a la juventud portuense a trasladarse a
Jerez de la Frontera y ciudades de nuestro alrededor para tener una vivienda en condiciones, los que hicieron del medio ambiente de El Puerto una degradación constante, los que crearon un polígono lleno de carteles de ‘se alquila’ y ‘se vende’, los que abandonaron a los jóvenes durante 16 años, los que a pesar de lo que dijeran sus eslóganes dijeron muchas palabras y realizaron pocos hechos.
Y siempre son los mismos y las mismas, siempre son ellos los que hablan, los que critican, los que estaban hace 16 años, y no cambian, no avanzan, no progresan, no mejoran. Desgraciadamente, algunas nunca aprobarán la asignatura de la honestidad, porque los hechos no se ignoran. Los hechos hablan por sí solos.