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Desde la Bahía

Medusas y cucarachas

El alma como el verano vive de luz y calor y a veces da fuego abrasador. Las quemaduras, como siempre, las soporta el ciudadano

Publicado: 11/09/2022 ·
21:52
· Actualizado: 11/09/2022 · 21:52
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Se nos va el verano, que puede ser la estación más deseada frente a la amada primavera. El sistema solar no ha escatimado en gasto, a pesar del momento de crítica penuria que vivimos desde el punto de vista energético y sus radiaciones han llevado grados de calor que hace tiempo que no lo sentíamos.

Quizás la vida sea el camino a recorrer desde el nacimiento hasta el óbito, pero creo que es más lógico llamar a este trayecto existencia, porque engloba mejor todo lo realizado por el mundo animal y segrega del mismo al ser humano, única excepción en la regla del vivir.

Ya estamos muy acostumbrados a que en este tiempo de estío nos acompañen dos especies del reino animal: las medusas y las cucarachas. Las primeras con sus nematocistos o células urticariantes condicionan el pánico entre los bañistas que temen a sus picaduras y las segundas inducen repugnancia y cierta agitación sobre todo en la paz hogareña.

Hay algo que se nos escapa o no le dedicamos un mínimo de tiempo de reflexión, en estos seres vivos, que existen. En un primer lugar es casi un milagro que un ser orgánico con un 95% de agua en su composición, tal como le ocurre a la medusa, tenga una existencia plena, sin sistema nervioso, tan sólo un anillo nervioso que controla su contracción muscular. No tiene aparato respiratorio, ni corazón y son asexuados, reproduciéndose por escisión o gemación. Las cucarachas ya muestran todos los sistemas orgánicos que puedan tener cualquier animal más desarrollado en la escala filogenética y es curioso como corren y nos sortean, ante nuestra presencia, gracias a dos protuberancias abdominales conectadas a sus patas por ganglios nerviosos y que captan las vibraciones que nuestra presencia produce, antes incluso de que su denominado “cerebro faríngeo” capte la amenaza.

 Pero no es esto lo importante. Lo que deseo resaltar es que cuando queremos saber en qué momento hicieron su aparición en este planeta, resulta que ambos están entre los diez seres vivos más antiguos, del tal forma que las medusas están presentes desde hace unos 500 millones de años y las cucarachas desde hace 250 millones de años. Comparemos con el homo sapiens cuya antigüedad es de unos trescientos quince mil años, pero cuya evidencia más antigua de comportamiento semejante a individuos modernos es solo de unos ciento sesenta y cinco mil años. La diferencia es abismal. ¡Cuántos millones de años de vida previa a la nuestra, sin poder contar, cantar, recordar o memorizar y sobre todo sin evolucionar.

 Es la perdida historia de los tiempos. La medusa sigue llegando fiel y monótonamente a las orillas de nuestras playas y las cucarachas han mejorado su habitat al llegar a las cocinas de los bloques de viviendas o las salas de hoteles y palacios de congresos. Así todos los animales han seguido desde su inicio u origen fieles a sus instintos, que a veces interpretamos como suma inteligencia, pero es fácil darse cuenta de su incapacidad para ser conscientes de sí mismos y de su pasado, realizar proyectos, inventar, aprender y transmitir  conceptos, incluidos los abstractos, tener emociones, memoria reflexiva, imaginación y voluntad, responsabilidad y sentido consciente del peligro, saber que su existencia tiene un final y vivir los sentimientos de amor y cariño, hacia sus semejantes y un largo etcétera.

 Tenemos que ser conscientes: Los animales tienen su compartimiento, donde la evolución no tiene lugar y la cigüeña siempre seguirá haciendo su nido en los campanarios eclesiásticos. Su pensar es instintivo y su actuar reflejo. Ellos no son los que nos acompañan, si no somos nosotros los que le damos compañía y participamos de sus mejores y mas espontáneos atributos. El caballo libre en la estepa, jamás hubiera buscado jinete. Nuestro concepto de familia, siempre tiene entre las personas el calificativo de humana, siendo imposible el ingreso en ella de algo que no lo sea. Y ello no quita que se ame fuera de lo propiamente humano, porque el amor es universal, sin límites, sin valles, precipicios o elevaciones, sólo la inconmensurable planicie de la llanura del cariño.

Pero hay un argumento en contra al que tenemos que poner prontamente freno y exterminación. Es ampliamente conocida entre el común de la gente popular la frase “los animales en ocasiones son mejores que las personas”. Es debido a que la naturaleza le ha dado a los animales la fidelidad e invariabilidad de sus acciones y a hombre y  mujer la capacidad de cambio en sus ideas, sentimientos y comportamientos y ya sabemos lo que las radiaciones tiranizantes pueden ocasionar en los cálidos cerebros - fulgurantes en todas las estaciones de año - saturados de soberbia y narcisismo. Y este otoño quizás tengamos una amplia demostración de lo expuesto.

Mientras tanto el ser humano dado a la entomofagia, ha encontrado en las cucarachas una riqueza gastronómica enormemente rentable y la expanden por millones. El estómago es práctico. El alma como el verano vive de luz y calor y a veces da fuego abrasador. Las quemaduras, como siempre, las soporta el ciudadano.      

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