"Trabajar para tener a medio país encabronado con el otro medio es un nefasto proyecto de futuro". Carles Francino, premio Ondas 2022.
Para triunfar en la política de altos vuelos, donde lo cotidiano es hacer piruetas al borde del precipicio, se debe estar dotado de unas características personales definidas donde impere la frialdad, la escasez de escrúpulos en la toma de decisiones, el no dejarse llevar por el corazón y que sea la mente la que pilote en base a una metodología calculadora y que lo haga con un ojo puesto en el calendario electoral y, otro, en un interés personal que vuele por encima de todo lo demás. El presidente Pedro Sánchez, en este sentido, pasará a la historia por ser uno de los políticos más resistentes que ha ocupado el cargo, de hecho muy pocos hubiesen apostado por él hace unos años por ese perfil de sobrado y andares divinos que le distingue y la realidad muestra que hoy, tras atravesar una crisis sanitaria y económica con la energía disparada y los precios rozando el abismo de lo nunca previsto, resiste y hace sus cuentas porque tampoco tiene tan lejos la reelección en el cargo pese a la renovación y la ola en positivo que rodea al PP; lo hace siendo uno de los secretarios generales con más poder orgánico de la historia del PSOE tras el cambio de los estatutos que urdió en una de sus ejecutivas tras haber ganado las batallas internas y relegado a la nada a todos los que quisieron disputarle el poder. Un ejemplo, la ex presidente de la Junta Susana Díaz, que a día de hoy entre tertulia y tertulia pasa por Moncloa donde toma nota del evangelio según san Pedro para darle bombo en sus intervenciones frente a cámara.
Pedro Sánchez está en campaña y aunque en esta fase evita zonas hostiles para no manchar su imagen con recepciones agrias y se centra más en comunidades afines como Valencia o Cataluña, ha puesto en funcionamiento el reloj electoral y cuando coge el helicóptero y se desplaza a alguna provincia para anunciar inversiones lo hace sabiendo lo que riega, el propósito, con todo medido porque, sabe, está en fase de crecida. Sus encuestas, las de verdad, le dicen que está por detrás del PP de Feijóo, pero poco, y que la tendencia del nuevo líder popular será a la baja porque éste tiene bien medidos los tiempos para zamparse un caldo gallego pero el cocido madrileño se le atraganta, no entra en los temas con profundidad haciendo bueno el concepto de su tierra en aquello de contestar preguntando y, además, necesitaría a Vox para la suma final, cuadratura incómoda porque Abascal suma y resta a partes iguales y, aún así, tampoco llega a la mayoría necesaria, menos frente a un Sánchez con una capacidad de amoldarse al momento enorme y con un capital de inversiones en sus manos potente y dispuesto a usar. Y con las ideas muy claras de tirar con todo lo que tiene y tiene, entre otras cosas, presupuesto, aunque sea para deuda: las pensiones contributivas subirán un 8,5 en 2023, lo cual situará la máxima en 42.8929,2 o, lo que es lo mismo, en 3.059,2 euros al mes.
Otro ejemplo han sido las inversiones anunciadas en Andalucía, en concreto en Jaén y Cádiz, dos provincias con un nicho de voto importante en una comunidad absolutamente indispensable para el PSOE nacional porque sin el voto andaluz es prácticamente imposible gobernar España. Las inversiones que no trajo en la disputa de Juan Espadas ante Juanma Moreno en las pasadas autonómicas sí las expone ahora cuando es él quien reclama el voto: en Jaén, para sorpresa de todos menos de un emocionado Paco Reyes, a quien se le escapó hasta una lágrima, anunció la puesta en marcha del Centro Tecnológico de Desarrollo y Experimentación de Defensa -Cedetex- con una inversión de 220 millones de euros y financiados con fondos de recuperación, cuyo objetivo es crear 2.500 puestos de trabajo; a Cádiz trae tres encargos para Navantia, uno para la construcción de embarcaciones auxiliares para la marina británica, otros cinco barcos para Arabia Saudí y, el tercero, dos nuevos buques hidrográficos para la Armada, proyectos que se ejecutarán en San Fernando, Puerto Real y Los Barrios. El Cádiz el PSOE se juega la diputación, como en Granada o Córdoba, aunque el evangelio de Sánchez verbaliza con más nitidez el yo en clave nacional que el nosotros en disputas menores.
Es cierto que su empecinamiento actual de modificar la penalización por los delitos de sedición y malversación escuece dentro del partido y muchos se cuestionan para qué meterse en un callejón oscuro como ese cuando hay signos evidentes de recuperación electoral, más cuando paralelamente ERC vuelve a la llamada al referédum y eso, en el resto de España, chirría, además de darle dinamita a PP y Vox, que le acusarán de impulsar nuevamente la ruptura de España; se lo han afeado algunos presidentes autonómicos como los de Aragón y Castilla-La Mancha, Lambán y García-Page, no el de Andalucía, Juan Espadas, que le apoya en ambos frentes y que, en todo caso, puntualiza que la modificación en el tema de la malversación no beneficiaría a Griñán para sacudirse cualquier atisbo de maniobra oculta para salvar a un ex presidente que, en principio, deberá cumplir la condena de seis años de cárcel por el caso de los Eres.
En todo caso y en definitiva, Sánchez está en campaña y tiene las cuentas hechas, las suyas respecto al crecimiento electoral que necesita para mantenerse en la presidencia y las otras en cuanto al presupuesto que debe destinar aquí y allá para animar al siempre amado elector. Y ha demostrado una habilidad importante cuando se trata de ganar; no siente, dice su círculo cercano, rencor por nadie que en el pasado jugara a su contra y prueba de ello es la situación actual de la propia Díaz o de Patxi López, pero eso lo nivela con el hecho de que tampoco tiene escrúpulos de fulminar a quien sea si, por un motivo u otro, le viene bien y de ello dan fe Iván Redondo, que se creyó por encima del presidente y le fulminó haciéndole firmar incompatibilidad para trabajar en España unos años en materia de asesoría política, Ávalos o la propia Adriana Lastra, que jugó por unos meses a sucesora y ahí cavó su tumba, más un sinfín de cargos intermedios que quita y pone sin dar muchas explicaciones. Valga la rima.