El cortijo había sido construido hace más de cien años por su viejo propietario, un hombre adinerado que había vivido allí hasta su muerte. Al morir quedó abandonado pues sus hijos no querían vivir en él.
Desde entonces, el cortijo había estado abandonado y nadie se había atrevido a acercarse a él por miedo a lo que pudieran encontrar pues siempre se dijo que allí se seguía encontrando el “alma” del viejo propietario.
Con el paso del tiempo surgieron programas de misterio, en televisión y radio, que animaban a investigar, aunque fuera implícitamente, debido a ello un grupo de amigos decidió aventurarse a investigar el cortijo encantado y descubrir si realmente estaba “poseído” por el fantasma del dueño.
Sabían que podía ser peligroso pero estaban dispuestos a arriesgarse para satisfacer su curiosidad. Al llegar al cortijo, notaron que estaba en ruinas y parecía estar a punto de desmoronarse. Sin embargo, no se dejaron intimidar y entraron en la casa.
Lo primero que notaron fue un olor desagradable que parecía haberse impregnado en las paredes y el techo. El polvo cubría todo y las telarañas se habían adueñado de cada rincón. Los amigos se adentraron en la casa y empezaron a explorar las diferentes habitaciones. Pronto descubrieron que la casa tenía un ambiente extraño y casi siniestro, como si algo estuviera observándolos desde la oscuridad.
Comenzaron a escuchar ruidos extraños que venían de la planta de arriba. Al principio pensaron que era el viento, pero pronto se dieron cuenta de que algo o alguien estaban caminando por encima de ellos. Decidieron subir las escaleras para investigar el ruido, pero cuando llegaron al rellano, notaron que una de las puertas estaba cerrada.
Uno de los amigos decidió abrirla y descubrieron una habitación llena de polvo y en el centro de la habitación había una cama antigua con un edredón desgastado y sucio. Aquello les sorprendió pero lo que más les llamó la atención fue una figura que parecía estar mirándolos desde la esquina de la habitación. Casi podía pasar desapercibida pero allí estaba…
El susto fue mayúsculo, el terror se apoderó de ellos: “Era el fantasma del viejo propietario del cortijo. Era una figura borrosa y no podíamos distinguir sus rasgos pero era una figura” decía uno de los chicos.
Los investigadores se asustaron y decidieron salir corriendo del cortijo, en sus cabezas martilleaba la imagen del fantasma del viejo propietario. “No sabemos la razón pero algo nos decía que debíamos volver allí a investigar. Decían que, en vida, no se había portado bien con la gente que trabajaba para él y que, incluso, en la Guerra Civil había cometido muchas barbaridades. Se decía que después de su muerte su espíritu no había podido descansar en paz y se había quedado allí para siempre, quizás es lo que nosotros vimos”.
“Volvimos al cortijo y entramos en aquella habitación, no podíamos emular a los investigadores de verdad si no perdíamos el miedo. Hicimos una ouija allí mismo y nos dijo que había maltratado a su familia y a sus trabajadores, y cómo había el amor de las personas que quería”.
“Nos daba miedo pero le dijimos que si lo podíamos ayudar pero se cortó la comunicación y ya no volvimos a sentir nada más, dicen que pasa cuando el fantasma de alguien comunica la razón por la que habita un sitio, no lo sé pero a nosotros nos pasó. Él necesitaba contar lo que le pasó y nosotros lo escuchamos, bueno, lo leímos en la ouija” concluía.
Es una experiencia en esta hacienda o cortijo encantado allá donde, ocasionalmente, vuelven a ocurrir hechos extraños, hechos que resultan desconcertantes y que pueden llenar de terror a todo el que se acerca a un lugar que dicen que está habitado por el fantasma del viejo propietario al que se le va bautizado como “Don Manuel”, sin que el nombre se corresponda con la realidad.
