El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Creo que si me dieran un euro por cada vez que he oído esa frase estaría disfrutando de un retiro dorado y haciendo cosas sólo por amor al arte. Sin embargo, una y otra vez los pueblos parecen condenarse a repetir la historia, cuando no a reescribirla o ignorarla. Y lo peor es que lo hacen ellos solitos, sin que nadie les imponga (al menos por la vía coercitiva) ningún tipo de censura o línea ideológica. Como decía mi añorado Jesús Quintero, son esos que «saben leer y escribir pero no ejercen»; tampoco investigan su historia, conformándose con lo que otros les digan, condenando a una sociedad entera a repetir los momentos más oscuros de su historia.
Ahora, una vez más, está ocurriendo frente a nuestras narices el blanqueamiento de sucesos terroríficos. Lo que sucede en la franja de Gaza es el ejemplo de cómo blanquear un genocidio disfrazándolo de guerra. Nos cuentan los hechos, sí; sin embargo, no están llamando a las cosas por su nombre. En una guerra, como dicta el Derecho Internacional en Conflictos Armados (en adelante, DICA), hay dos bandos de combatientes con sus distintivos, sus reglas de enfrentamiento e, incluso, niveles de proporcionalidad que hay que seguir. Prácticamente cualquier guerra de las que se ven a lo largo del mundo se pasan por el forro el DICA, es cierto. Sin embargo, cortar las salidas a la población civil, bombardear hospitales o cortar los suministros a la población no combatiente, es un genocidio y como tal hay que llamarlo. La Guerra de Vietnam dejó la lección de que los medios de comunicación juegan un papel importante: en el caso de Vietnam, provocaron el rechazo de la sociedad estadounidense a la intervención de su país en esa guerra; en este caso, el blanqueamiento del genocidio israelí sobre Palestina tras décadas invadiendo su territorio está haciendo que haya demasiada gente a favor del invasor.
Como decía, es peligroso desconocer la historia. Aquí, el fascismo ha repuntado (y en parte de Europa también) como consecuencia de haber considerado superados los tiempos de Hitler, Mussolini y Franco. Digamos que sus sucesores (VOX, Meloni, Orban y compañía) utilizan las mismas estrategias de comunicación en versión 2.0, adaptadas al uso de redes sociales. Tan superado creímos aquel período que el nombre de Goebbels no nos dice nada y el uso de las mismas estrategias está dando resultados propagandísticos similares a los de aquella época. En el caso israelí, parece que están queriendo ocupar el papel que, contra los propios judíos, desempeñaron sus verdugos nazis. Ahora son ellos los que quebrantan los Derechos Humanos, los que llevan décadas tratando a los palestinos como animales (
animales humanos los llamaba el ministro de defensa israelí), ignoran las resoluciones internacionales... Y no pasa nada. Se sigue hablando de guerra y no de genocidio, exterminio,
apartheid y todo el largo etcétera que los hebreos están poniendo en práctica contra sus vecinos palestinos. Es decir, se informa de lo que ocurre pero sin llamar por su nombre a lo que ocurre.
Y esto, para ir concluyendo, no se trata de apoyar los actos terroristas de Hamas o de desear que en Israel caigan las plagas como la Biblia dice que cayeron en Egipto, aunque no estaría mal pensado toda vez que Israel está haciendo a Palestina lo que en su día sufrió de la Alemania nazi y en ese cambio de roles todo es posiblle. Yo sólo querría que se llamara a las cosas por su nombre para no blanquear un genocidio.