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La verdad os hará liebres

Nuestro Corpus y su historia merecen más

Cuando el 14 de agosto de 1936 la custodia procesional de Jaén fue arrojada democráticamente desde la lonja norte de la catedral sobre la batea de un camión

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  • Procesión del Corpus por Jaén. -

Cuando el 14 de agosto de 1936 la custodia procesional de Jaén fue arrojada democráticamente desde la lonja norte de la catedral sobre la batea de un camión (también democrático) que esperaba en la calle Campanas, acabó despedazada por el impacto. Era la primera custodia renacentista de España, y de su autor, el cordobés Juan Ruiz, El Vandalino, afirmaría Juan de Arfe que “fue el primero que torneó la plata en España y dio forma a las piezas de vajilla y enseñó a labrar bien en toda Andalucía”. En el contrato que se firma a finales de 1535 se obliga a labrarla “al romano” (o sea, al estilo del Renacimiento), y el empleo de los tornos a los que alude Arfe sirvió para dar forma a las columnas en balaustre, de impronta clásica. Acabó fundida en lingotes en la Mina de la Cruz, de Linares. Era, indudablemente, una obra maestra de la historia de la platería española. El Vandalino la había comenzado a ejecutar en el 36. Premonitorio.

Durante los años de posguerra, cuando no se hallaba cosa donde posar los ojos que no fuera recuerdo de la muerte, en la evocación de aquel Corpus antiguo también germinaba un herida profunda y punzante. La custodia fue sustituida por un sencillo templete que no pudo ser reemplazado hasta 1986, cuando se estrenó la magnífica réplica, en plata y plata sobredorada, de aquella obra maestra renacentista. Sin embargo, la fiesta del Corpus en Jaén había ido perdiendo, a lo largo de las décadas, esa belleza sensual y catolicísima, paradójica y exuberante, y hasta las notas musicales de la banda municipal era interrumpidas continuamente por cánticos posconciliares, campechanos o simplemente cutres, perpetrados con estruendo a través de la megafonía instalada al efecto, que hacía llevarse las manos a las orejas a los niños revestidos de comunión.

La fiesta del Corpus en Jaén fue muy grande, y en el siglo XVII el concejo permitía, excepcionalmente, la entrada de gitanos a la ciudad, quienes participaban danzando al paso de la custodia. Eso sí, tenían dos días para salir de nuevo, so pena de doscientos azotes. Los tiempos cambian y deben cambiar. Pero es importante discernir con claridad para tomar conciencia de lo que hay que desechar, por pernicioso, y de lo que es digno de ser conservado o recuperado, por valioso.

Admiramos los arcos triunfales de Baeza, pero aquí los hubo desde tiempo inmemorial. Disfrutamos contemplando la tarasca granadina, pero en Jaén había una, propiedad del ayuntamiento, que de vez en cuando tenía que restaurarla o darle un charipeo. Contemplamos las calles engalanadas de Toledo bajo la luz tamizada por las telas, pero el día del Corpus en Jaén era un enjambre de toldos y colgaduras de brocados, jubones y damiselas con sombrilla y sayas a la francesa. Leemos en la prensa que en villas y villorrios se representan autos sacramentales alrededor de esta fiesta, pero en Jaén eran frecuentes, con la fachada catedralicia como telón de fondo. Nos gusta contemplar la decoración vegetal con plantas aromáticas de algunos de nuestros pueblos, dispuestas con amor, gusto y paciencia, pero aquí la alfombra vegetal se fue adelgazando y agostando, como en un cambio climático exclusivamente capitalino. Y si pidiéramos sacar en procesión pasitos de santos como hacen en Sevilla nos acusarían de copiones sin personalidad, desconociendo que la Virgen de la Capilla, Santa Rita de Casia o San José fueron personajes secundarios de esta gran procesión eucarística cuyo Protagonista conocemos.

La incorporación de las cofradías al ornato del día del Corpus, con la instalación de altares preñados de simbología, supuso un avance en la recuperación del esplendor perdido. Pero, como dicen los castizos, la procesión es larga y el cirio, todavía, demasiado corto.

 

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