Santiago Abascal ha decidido romper a la carrera los acuerdos de gobierno con el Partido Popular (PP) en cinco comunidades autónomas para evitar que Luis Pérez, ‘Alvise’, se arranque a llamar a Vox ‘la derechita cobarde’. Hasta ahora el partido Vox significaba una ultraderecha de protocolo, de amagos cutres parlamentarios llenos de vocerío discursivo, de un franquismo siglo XXI, pero enfrente le surgió en las elecciones europeas de junio la ultraderecha desconocida, oscura y supuestamente populista de ‘Alvise’. Y Abascal entendió, con el resultado de los últimos comicios y de las recientes encuestas en la mano, que a Vox empieza a acabársele la fiesta. Era el momento, pues, de sacar la testosterona con los llamados ‘menas’ como lamentable argumento justificativo. La periodista Elsa García de Blas ha escrito en ‘El País’ que uno de los cinco presidentes autonómicos afectados por la determinación de Abascal le ha dicho: “Hablamos que si la influencia de ‘Alvise’ o de Le Pen, pero aquí lo determinante ha sido la testosterona de Abascal, que ha ido hasta el final en su órdago por sus cojones”. Abascal pretende lanzar a la Armada contra los cayucos y, como nos descuidemos, propondrá prohibir a Lamine Yamal y a Nico Williams jugar en La Roja. Porque sí.
Alberto Núñez Feijóo se habrá sentido altamente aliviado por esta maniobra de Abascal. Porque Feijóo se topó con el pacto PP-Vox en Castilla y León nada más acceder a la presidencia de los populares en la primavera de 2022, después del terrible tsunami político que vivió el partido con el choque entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, esa presidenta seguidora de Milei pero en castizo madriles, o al revés. La vida es un pacto, repetía Haro Tecglen. Y a Feijóo, una vez liberado de estos lastres políticos, se le abren nuevas e importantes posibilidades de grandes acuerdos en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, sobre todo con el PNV, ese viejo aliado de Aznar, y quién sabe, aunque supone una posibilidad más remota, con Junts, partidos con considerable mayor afinidad, sobre todo en asuntos económicos, con el PP que con el PSOE. Feijóo deberá hilar políticamente muy fino, porque el PP ya representa el voto útil del sector conservador, mientras escucha desde su escaño como Abascal se dispara en el pie con esa siniestra sonrisa con la que lo dibuja Peridis en las viñetas. Porque a Vox le horrorizaría que lo llamen la ultraderechita cobarde. Como en aquella remotísima canción del verano: “Me lo dijo Pérez”.