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El Loco de la salina

Ruina en la zapatería

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Se puede decir a boca llena que hoy el manicomio ha amanecido más tocado del ala que nunca. Nadie se lo esperaba Y es que ayer nos desayunamos con la sorprendente noticia de que Zapatero se va.
Y a pocas horas del anuncio ya dicen muchos que buena ha dejado la zapatería. No hay un solo zapato que tenga su par correspondiente en la caja; los calzadores han desaparecido; las zapatillas de playa están mezcladas con las botas de invierno; la caja de meter los presuntos billetes están llenas de telarañas; las carpetas de facturas impagadas están a reventar; los dependientes viven del talante y de la esperanza, pero no recuerdan lo que es cobrar; hasta Paul Newman, que anunciaba unos mocasines en un gran poster, se ha ido descalzo y al paro por la puerta de atrás. Sin embargo lo que más nos extraña a los locos es que con tanta lío y tanto desbarajuste ya haya un montón de candidatos dispuestos a hacerse cargo de la ruinosa zapatería. El poder no tiene enmienda (¿es así?). ¿Alguien se lo explica? Ya comienzan los navajazos y eso que el difunto está caliente como el que dice. Los compañeros (palabra maravillosa que significa “los que comparten y comen el mismo pan”) siguen llamándose compañeros entre sí, pero ya con menos intensidad que antes, con los cuchillos más afilados que nunca y por supuesto con menos pan que repartir. El género humano, como el Real Madrid, es imprevisible.
Pero, si se pone uno a analizar las cosas como Dios manda y como la razón de los cuerdos ordena, lo que ha causado una gran conmoción entre estas cuatro paredes no es que Zapatero se vaya, sino el simple hecho de que un político decida irse, cuando aquí, para que se despida alguno, hace falta rociarlo con mucha lejía, con agua fuerte, dándole una buena frotación en sus partes nobles, quemando el sitio, echándole sal donde escuece y dejando el lugar estéril para los restos. Y ni aún así se van. Por eso los locos están hoy que no se lo explican. Algunos políticos llevan pegados al sillón desde que Paquito nos dejara atados y bien atados, cuando esos políticos eran los mismos que le tiraban a la cara al dictador su pretensión de eternizarse en el poder. Vivir para ver. Todavía se recuerda aquí cuando se fue Aznar y todavía algunos locos no se lo acaban de creer, porque ven bigotes por todos los rincones. Y mira que han pasado unos cuantos añitos. Ahora las reacciones de los locos han sido muy diversas y dentro de la sorpresa hay división de opiniones. Unos locos han celebrado la despedida de Zapatero levantando el vuelo como las gaviotas hartas de rebuscar restos de comida en la playa, otros se han puesto muy doloridos, como si hubieran cogido la rosa por el tallo y se les hubieran clavado los espinos en la mano, y también he podido observar a un grupo que se ha quedado tan fresco o más de lo que ya estaba, como si la cosa no fuera con ellos.
Los alegres lo consideran una victoria, sin tener en cuenta que algún día ellos también se tendrán que ir, aunque están totalmente convencidos de que son eternos. Los tristes lo consideran una desgracia, sin percatarse de que la vida es un valle de lágrimas. Y sin embargo hay una frase que no paran de repetir los que están tan frescos: ”que entren otros, para que sean otros los que roben ahora”. La cosa no deja de ser triste en el fondo, con Zapatero o sin Zapatero.
Por eso unos cuantos locos han hecho un comunicado que no va a ir a ningún sitio, pero lo han redactado con toda la ilusión del mundo. Y dice: “Zapatero, vete, pero, a diferencia de Aznar, deja un decreto firmado que no permita a nadie estar en el poder más de dos legislaturas. Si tu objetivo ha sido ahorrar, ahórranos el disgusto de ver a los mismos de siempre en los mismos sitios de siempre. Adiós y gracias por el detalle”.

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