Queridos lectores, intuitivamente todos hacemos un recuento cuando culmina un año que a su vez es uno más y uno menos según nos lo impone la dialéctica de la vida humana que siempre es tránsito...
Queridos lectores, intuitivamente todos hacemos un recuento cuando culmina un año que a su vez es uno más y uno menos según nos lo impone la dialéctica de la vida humana que siempre es tránsito. En consecuencia no puedo dejar de expresarles los sentimientos que experimento y mi recuento de este 2008, el 70 de mi vida terrenal.
Pienso que he vivido mucho y comprendo que he estado en medio de grandes confrontaciones y de definiciones dramáticas. En todos estos procesos reconozco que durante más de 50 años, unas veces he sido victimario y otras víctima en una lucha a la que le he entregado toda mi vida y mis máximos esfuerzos en búsqueda de la verdad, la equidad y la justicia, pero como humano no he podido sustraerme de las flaquezas con que todos venimos a la tierra.
En cada recuento de vida que hago en la medida que me pongo más viejo, comprendo mejor el sentido binario de nuestra existencia que determina que siempre estemos en confrontación entre el bien y el mal, lo positivo y lo negativo de la naturaleza y de nosotros mismos, de todo lo que nos rodea y del movimiento del cual nunca podremos sustraernos ni aún después de nuestro tránsito definitivo hacia las dimensiones espacio temporales que nunca se acaban. Es mi convicción que realizar los recuentos de los años que vamos culminando, sin tener en cuenta estas consideraciones conceptuales que esbozo, sería tanto como sumergirnos en el autoengaño que muchos tratan de imponernos con una realidad virtual que se quiere que sea, aunque verdaderamente no es. Por eso alzo mi voz en contra de los triunfalismos que se expresan en el medio que me ha tocado vivir y que siempre ven crecimientos en donde realmente no los hay, que siempre identifican avances aún cuando las marchas sean de retrocesos o de estancamiento, que dan la espalda y hacen oídos sordos de las angustias y penurias del pueblo de a pie.
Paralelamente comprendo que hay adversidades que se presentan de forma inevitable y que algunas veces barren con muchos sueños, con muchos logros y con muchos esfuerzos, de esto hemos tenido acontecimientos inenarrables en Cuba con los tres huracanes que desbastaron el país. La lucha para levantarse de estos desastres está planteada y la población de esos territorios aunque sufre se moviliza para lograrlo, la subsistencia de seguir viviendo es un motor muy potente. Eso lo vemos y requiere el máximo respeto; porque el cubano es un pueblo que ha dado mucho de sí, que siempre ha respondido a las grandes tareas y proyectos encaminados a lograr un mundo mejor, una verdadera equidad y una justicia social para todos. Así hemos llegado a un aniversario 50 de la Revolución en medio de logros que a veces retroceden, penurias que no son oídas, clamores de cambios que no deberían esperar más, necesidades de reconocimiento de que la vida terrenal para cada cual es una y que se tiene el derecho humano esencial de disfrutarla con felicidad como sujeto económico que participa verdaderamente en libertad de conciencia, de expresión, de viajar a donde desee sin prohibiciones de oficio, así como de regresar libremente a la tierra madre donde nació.
Son necesidades de cambios que no deberían esperar ni aplazarse más para que la Revolución de justicia social sobreviva por encima errores y deficiencias de nosotros mismos. Este 2008 ha concitado esperanzas que algunas veces se han convertido en desencantos en una sucesión dialéctica que en el 2009 debería ser revertida positivamente para que el desarrollo fluya. Es mi opinión y mi deseo.