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Hablillas

La muchacha de Londres

Es un lujo poder verla tantos años después de su estreno,cuando el cine ha evolucionado tanto que es otro mundo, como debe ser

Publicado: 29/09/2024 ·
18:44
· Actualizado: 29/09/2024 · 18:48
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Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Las plataformas digitales ofrecen la posibilidad de elegir qué ver cuando conviene o el tiempo se muestra favorable y hoy resulta raro no encontrarlas en nuestra televisión. La oferta es amplia, sin embargo los amantes del cine clásico estamos de suerte por la selección diaria que pasan y repiten en horarios diferentes. Hace poco pusieron Tarántula, con el terror vestido de araña gigante, caminando sin hacer ruido, acercándose a los personajes y al espectador y en un canal dedicado temporalmente a artistas ya temas, es Alfred Hitchcock quien lo ocupa desde el lunes pasado. A las ocho de la mañana comenzó la emisión con su primera película, La muchacha de Londres, estrenada en 1929.

Basada en una obra de teatro, es un lujo poder verla tantos años después de su estreno,cuando el cine ha evolucionado tanto que es otro mundo, como debe ser. Por eso, los amantes del cine en blanco y negro no nos perdimos un segundo de la proyección, podría decirse que ni nos permitimos pestañear, porque nos sentimos envueltos, encerrados en la trama. Eso fue lo que ocurrió al ver el coche patrulla por la calle, abriéndose paso a campanadas, mientras la música iba narrando la escena como en las entrañables y recordadas ComedyCapers. Poco después oímos los diálogos hasta el final, doblados al castellano con voces habituales y sin música de fondo. La razón la sabrán los entendidos, el espectador la echaba de menos tanto como para desear que hubiera sido muda porque, en realidad, hablaban los gestos de los actores, las miradas, las sombras moviéndose por la pared, la forma de caminar, de retorcer un pañuelo o de enseñar el guante perdido que el villano, el malo, utiliza para un chantaje, título en inglés de la película.

Una hora y media que se pasó rápido, donde aprendimos a ver los elementos que Hitchcock hizo suyos, las escaleras y el misterio de subir y bajar, la cortina que oculta y al mismo tiempodeja ver el miedo, el cuchillo, la mano sin vida, medio abierta, suplicante, la gente de un lado para otro sin hablarse y la intervención del propio Hitchcock en un autobús regañando por señas a un niño travieso. Todo esto lo hemos visto en Vértigo, Rebeca, Marnie la ladrona, Psicosis, El hombre que sabía demasiado, Crimen perfecto y tantas más. Lo dicho, es un lujo volver a la cinta que nos ocupay recrearse en ella para reafirmarnos en las pocas luces de cuantos presumen de sentir vergüenza ante títulos como Gilda, Un tranvía llamado deseo o esta muchacha de Londres. A estos no les gusta el cine, sino ver películas.

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